Keshales y Papushado debutaron en el largometraje en 2010 con Rabies, un slasher que jugaba con las reglas del subgénero para contar una interesante historia llena de tópicos que consiguió hacerse con un buen puñado de seguidores. Ahora nos llega la particular visión que estos dos directores tienen de la venganza, plato que bien debería servirse frío, como esa tarta rellena de somníferos que se convierte en protagonista secundaria de esta brutal historia que no escatima en humor negro y salpicaduras de sangre.
La desaparición de una niña mientras juega al escondite, en todo un juego con claras referencias al popular cuento de Caperucita Roja (la inocencia llevando zapatos carmesí), forma parte de un prólogo que va directo a la yugular. El brutal descubrimiento del cadáver sin cabeza de la menor pondrá bajo una situación desesperada a su padre, Gidi (Tzahi Grad). Por otro lado, Micki (Lior Ashkenazi), un policía de dudosa reputación a la hora de llevar a cabo su trabajo, decide ejercer como brazo ejecutor de la ley y señalar como culpable al único sospechoso, Drod (Rotem Keinan), un tímido profesor de historia de las religiones. Gidi y Micki quieren hacer confesar a Drod cueste lo que cueste, pues él es el culpable. O no.
Big Bad Wolves podría ser una dura reflexión alrededor de la crudeza y mezquindad del ser humano (que lo es), o un retrato de la aberrante figura del asesino en serie con tendencias pederastas (que logra serlo), o la clásica dicotomía del culpable/inocente (la razón de ser del film). Los directores acaban de amalgamar todas esas visiones y contrarrestan su dureza y seriedad con altas dosis de humor negro, muy negro. Diálogos punzantes, alguna que otra situación que roza la pura comicidad y un plantel de protagonistas encajados a la perfección dentro de sus personajes, conforman una película que bebe del cine de Tarantino y que recuerda, en cierta medida, a la brillante Hard Candy (David Slade, 2005).
Una catalogación del ser humano que queda patente a través de un sangriento interrogatorio donde los buenos no lo parecerán tanto, los malos se convertirán en angelitos, los más inocentes serán verdugos y los malvados serán peores. O no.
Uno de esos films que, a un servidor, le recuerdan por qué ama el cine.
Big Bad Wolves (2013), de Aharon Keshales y Navot Papushado se estrenó en España el 23 de mayo de 2014