Fotografía de portada © Bodo Marks
Tengo un jardín secreto al que llego corriendo cuando quiero. Está lleno de flores, que huelen como las madres, y de árboles altísimos, con rincones oscuros en los que me escondo. Un camino de piedras blancas me lleva hasta un palacio precioso. Ahí viven todas las princesas de los cuentos, los que me sé y los que no. Al lado hay un estanque de agua donde me miro. En él vive un cisne blanco. Grande y fuerte. Es una mamá cisne con un hijo pequeño, al que cuida y da besitos sin ruido, todo el tiempo.
Cuando oigo un portazo, abro los ojos y papá ya se ha ido. Yo busco a mamá y está en el suelo llorando, sin moverse. No digo nada y la abrazo mucho rato. Le limpio la carita con las manos. Y le voy dando, por los ojos y todo el cuerpo, besos y besos sin ruido.
Delicadeza, sentimientos encontrados, que más de sea en el mundo animal que en ese mundo humano, a veces no tanto en el que nos encontramos…
Felicidades amigo Miguel Ángel Flores, tus relatos siempre llega, y llegan con un final que a veces da pavor, por su realidad.
Besicos, estos con mucho ruido.
Jo, yo que soy de emoción y lágrima difícil casi caigo en las dos, y eso que es una hora del día que no se presta a tales manifestaciones. Simplemente magistral P’aque añadir más.
Mil besos con y sin ruido.
Una historia dura contada con mucha delicadeza y ternura. Precioso. Un abrazo.
Gracias, amigas, por venir, y por comentar. Gracias, Jaime, por dejarme otra vez este cachito de ventana.
Abrazos. Muchos
Miguel Ángel me ha resultado increible los sentimientos que has despertado en mi. Ya tienes un seguidor más.