Por Nacho Cabana
H. de Rania Attieh y Daniel García toca varios temas interesantes. El primero, que más de uno podría utilizar para justificar su misoginia, es el fenómeno (real) de mujeres que, pasados los cuarenta, compran unas reproducciones de bebés inquietantemente realistas a los que cuidan y miman como si de personas reales se trataran. Se reúnen en “baby showers”, los llevan a la compra, hacen tutoriales para youtube sobre cómo darles el biberón de forma más realista… e incluso alguna les da de mamar. En ocasiones a espaldas del marido, a veces con la resignación de éste. Una forma bastante discutible de luchar contra el síndrome del nido vacío que los directores de la película que nos ocupa enfrentan a una segunda historia sobre una pareja alrededor de la treintena cuya componente femenina sufre un embarazo psicológico. Ambas comparten un interesante subtema: la proyección del deseo de maternidad sobre un objeto en el primer caso, sobre el propio cuerpo en el segundo. Attieh y García articulan su discurso en un universo que recuerda al argumento de la serie The leftovers (2014) de Damon Lindelof y Tom Perrotta aunque les interesa más el aspecto simbólico que el narrativo. Una película interesante pero algo dispersa en su concepto (que no en su ejecución).
También la maternidad es el centro de Hellions de Bruce McDonald una insólita mezcla entre La noche de Halloween (1978) de John Carpenter y Quién quiere matar a un niño (1976) de Narciso Ibáñez Serrador que acaba deviniendo en alegato antiabortista. Sí, como lo oyen. Convertir a los niños que en estas fechas van de casa en casa ofreciendo “trick or treat” en una amenaza para los adultos encargados de darles caramelos tiene gracia y podría haber dado lugar a un bonito slasher infantil, pero McDonald prefiere deslizarse poco a poco hacia lo onírico para acabar haciendo un alegato provida que dudo que disfruten los defensores de los fetos. Una artificiosa pero bonita fotografía durante una noche con “luna de sangre”, un diseño de las máscaras de los infantes que parecen desarrollar la usada por el hijo de Belén Rueda en El orfanato (2007) de J.A Bayona y una innegable capacidad para administrar temporalmente los giros, convierte a Hellions la película republicana imposible.
El abandono de los deberes como madre de Isabelle Huppert en Valley of love de Guillaume Nicloux es lo que puede haber provocado el suicidio de su hijo quien, antes de morir, les dejó (a ella y a su marido interpretado por Gerard Depardieu) unas notas donde les pedía que acudieran al Death Valley californiano porque su espíritu iba a ponerse en contacto con ellos. Un largometraje que si no estuviera protagonizado por las dos megaestrellas del cine galo y no hubiera sido presentado en Cannes quizás sería apreciado como se merece. Una película casi minimalista, que administra con rigor los elementos sobrenaturales, concisa y en la que su director habla de la culpa y el perdón poniéndose trascendente solo lo que necesita.
Nina forever de Ben Blaine y Chris Blaine, finalmente, tiene un argumento muy parecido a Burying the ex (2014). Los problemas que le causa a una joven pareja la irrupción en su vida de la exnovia muerta del muchacho. Pero, a diferencia de la cinta que cerró el festival el año pasado, en esta ocasión… el tema está tratado en serio. Y lo más sorprendente es que sus directores consiguen encontrar el tono justo para ello, colocando el humor negro donde se necesita para no pecar de pretencioso y usando el drama para desarrollar a los personajes y su relación. La película consigue, por tanto, lo más difícil y es una lástima que la premisa se le agote poco después de la mitad del metraje evidenciando lo forzado de sus intenciones.