Por NACHO CABANA.
Fue mucha la sabiduría, experiencias y generosidad que repartió el director alemán Wim Wenders (Alemania, 1945) en sus comparecencias con prensa, estudiantes y público en los primeros días del BCN Film Fest 2023 y que vamos a intentar resumirles aquí.
“No me siento en absoluto heredero del cine alemán, al menos del que se hacía en mi país en las cuatro décadas anteriores a El miedo del portero ante el penalti”, dijo Wenders, “Sí me identificaba con los que en aquel 1972 consideraba mis abuelos cinematográficos: Murnau y Fritz Lang. Pero a los que siempre consideré mis maestros fueron los clásicos del cine de Hollywood: Ford, Hawks, Mann… especialmente sus westerns”.
Por eso, cuando a principios de los 80, Coppola intentó replicar -a menor escala- el sistema de los grandes estudios de Hollywood con su productora Zootrope llevándose hasta Los Ángeles a directores europeos para hacer cine de género, Wenders no se lo pensó demasiado e hizo las maletas. Iba a rodar Hammet (en España, El hombre de Chinatown), un proyecto que acabaría ocupándole cuatro años de su vida y ¡cuarenta! versiones de guión.
Y, aunque el resultado es bastante mejor de lo que la leyenda negra de la película dicta, la consecuencia en Wenders fue que no volvería a rodar en territorio gringo si no tenía el «final cut» ni con financiación gringa.
Por eso cuando, dos años después, surgió la posibilidad, junto a Sam Shepard de rodar lo que sería París, Texas, Wenders decidió que la haría con producción europea, que evitaría revisar el modo de rodar los grandes espacios abiertos USA de sus maestros de Hollywood y que no contaría con un story board cerrado para así poder planificar según lo que las localizaciones le iban sugiriendo día a día.
Contaría además con una actriz nacida en Berlín, Nastassja Kinski interpretando a una texana para lo cual le pidió meses antes del rodaje que se empapara y ensayara el acento del estado de la Estrella Solitaria.
Paradójicamente no fue la hija del actor fetiche de su compañero de generación, Werner Herzog, quien se puso más nerviosa en el rodaje de la Palma de Oro en 1982 sino su compañero de reparto, el estadounidense Harry Dean Stanton quien estaba seguro de que todo el mundo le iba a odiar por interpretar en la película al marido de alguien tan hermoso como la Kinski siendo “tan viejo y tan feo”.
Esa inseguridad se multiplicó días antes del rodaje de la famosa escena del “peep show”, cuando Shepard (no le gusta a Wenders trabajar con guiones cerrados, prefiere incluso hacerlo sin libreto como cuando rodó, en 1987, El cielo sobre Berlín donde Peter Handke le pasaba textos sueltos) escribió cinco páginas de monólogo para cada uno de los dos protagonistas. Dean Stanton se vio incapaz de aprenderse ese texto antes del rodaje y fue la hija de Cobra Verde quien estuvo con él día y noche repasando el texto… aún a riesgo de que a ella se le fuera en algún momento el suyo.
La inseguridad del protagonista de Lucky no acabaron el último día de rodaje sino que se trasladó al Festival de Cannes donde Wenders no tuvo más alternativa para asegurarse la presencia y buen comportamiento de Dean Stanton que permitirle (corriendo el director de El estado de las cosas con los gastos) llevarse a un amigo que le hiciera de psicoterapeuta. El elegido fue… Sean Penn que no se separó de su colega mientras estuvieron en La Croisette.
Wenders no quiso decir, acerca de las dos películas que este año presenta en Cannes, más que uno de los proyectos es de ficción y el otro, documental. “Quiero que nadie sepa nada de los films hasta que se empiecen aprovechar”, aclaró alguien que cree que los “streamers” acabarán colapsando por el exceso de producción. “Actualmente, es muy difícil juntar en Alemania un equipo de rodaje porque todo el mundo está trabajando para Netflix”, dijo al tiempo que expresaba su preocupación porque las nuevas generaciones sean incapaces de conocer la historia del cine porque no dan a basto a atender las constantes novedades que las plataformas les ofrecen.
“Nada será como antes de la pandemia. Hay que olvidarse de que vuelvan los buenos tiempos, el Covid se llevó, ademaste del público que asistía a la salas. Lo mismo pasó con el concepto de verdad; va a ser imposible saber qué es realidad o qué no lo es”.
Con todo, Wenders recomendó a las nuevas generaciones que intenten contar algo que solo ellos puedan contar, que no se limiten a repetir los esquemas ya establecidos porque “para eso es mejor dedicarse a la fabricación industrial de cualquier cosa; el cine no es un producto comercial sino cultural”.
Defendió el autor de Hasta el fin del mundo (cuya versión íntegra de casi cinco horas se podrá ver en el BCN film festival 2023) las 3D porque activan partes del cerebro dormidas durante las recepción de las pelis en 2D y comentó que, cuando rodó Pina con esta tecnología, todo el mundo le advertía de que era una locura dado que no iba a encontrar salas preparadas para exhibirla… y justo durante su montaje salió Avatar y tenía a su disposición miles de salas en 3D por todo el mundo.
El BCN Film Fest 2023 exhibe una selección de las películas más representativas de Wenders hasta el próximo viernes en los cines Verdi de Barcelona.