Aquí se fabrican horrores
Consultorio Dr. Murdoch Mallako.
Muy Sr. Mío
No me sorprende en absoluto que solicite algunas palabras de explicación respecto a mi placa de bronce. Es probable que haya observado usted una tendencia reciente a deplorar la fastidiosa monotonía de la vida en los suburbios de nuestra gran metrópoli. Algunas personas cuya opinión debe de poseer gran importancia, han expresado su parecer de que la aventura, y aun el incentivo del peligro, harían que la vida fuese más soportable para las víctimas de la uniformidad. Me he embarcado en los azares de esta profesión, enteramente nueva, con la esperanza de poner remedio a dicha necesidad. Creo que puedo proporcionar a mis clientes nuevas emociones y nuevas excitaciones de tal magnitud, que transformarán por completo sus vidas.
De” Satán en los suburbios” de Bertrand Russell
Pensar con la implacabilidad del filósofo y la extravagancia del poeta. Sólo de ese modo es posible reaccionar ante el mundo a la manera en que lo hace una ostra al entrar en contacto con cualquier partícula ajena a su cuerpo enclaustrado. Interioridad y exterioridad dialogan hasta la emergencia de lo imposible en forma de perla, aforismo, epigrama, tajo de luz o sonido de vísceras. Los ojos vivíparos se alumbran a sí mismos en el proceso de observar y el universo entero se vuelve repliegue, geometría inversa del espacio incomprensible del inicio. Frente a la descompresión de la materia oscura in extenso, la presión casi intolerable de la lupa agrupando los haces de luz extraviados. La bruma se convierte en esfera, la infinitud en límite, y los laberintos del pensamiento se anulan en la emergencia de un lugar de convergencia olvidado de los productos y los desarrollos: puro instante intelectivo.
- Remueven en lo que llaman “hechos del mundo” como los mendigos hurgan en la basura. Allí nunca encontrarán la verdad que necesitan: ella sólo habita en el pecho. Y esa verdad no se encuentra, se experimenta y se padece.
Los disparos de Gonzalo Muñoz son eso; heridas tendidas al sol del mediodía, con los bordes infectados de silencio. Pequeñas reverberaciones de una voluntad de verdad que se retuerce en sucesivos dolores de plenitud. La moral, los juegos ideológicos de los débiles y los acomodaticios, son sólo un analgésico para filósofos que gustan de las horas más suaves del día. Nada como enfrentar el deslumbramiento y la temperatura total del momento álgido para librar a la vida de las servidumbres del razonamiento.
- Prometemos lo que no podemos cumplir. Lo que de verdad podríamos hacer lo haríamos y punto, sin teatro ni ritual de por medio.
- No sólo el poeta, todo hombre es un fingidor, y lo que mejor se le da es fingir su felicidad. De este modo, si bajas a la calle y preguntas a todo el que pase si es feliz, la mayoría responderá que lo es, pero no por sí mismo, sino por no ofender a aquellos que le rodean. Una higiene asquerosa de la que todos participamos.
- Que no te engañe la liberalidad con las que las usamos, muévete entre palabras como entre zarzas.
- Hay una extraña victoria en cada palabra que no pronunciamos
- Es cierto, vamos a ese bar a volvernos horizontales. Y es que la verticalidad que ellos exigen, y que a veces cumplimos, coincide con el fino cable de acero que han colocado, de lado a lado de la vida, a la altura de nuestro cuello.
- Alta sabiduría: quemar las naves
- “La consideración filosófica no tiene otro designio que eliminar lo contingente”. Y al terminar de escribirlo, Hegel, se volatilizó.
- Nosotros: una herida-laberinto.
- No hay manera más heroica de expresar nuestra conciencia del absurdo que a través de la dulzura: mimar en mitad de un naufragio, cuidar tiernamente en pleno Armagedón.
- Hombre: derrelicto
Y quizá no sea posible, al fin y al cabo, levantar el lenguaje por encima de los mecanismos de domesticación que le son propios, más que en el hallazgo poético o aforístico. Inteligencia solar que se olvida de perfilar los contornos de las cosas para recuperar su única vocación innegociable: la de ser explosión y no posibilidad. ¡Más luz, luz total, verbo!
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