Ayer no termina nunca, es una película que plantea dos maneras de afrontar la adversidad y de asumir el dolor: una opción, es dejarse inundar y recrear el sufrimiento hasta la asfixia, y la otra, tirar para adelante intentando que el doloroso recuerdo ocupe el menor tiempo posible.
Hay experiencias que marcan como el hierro al ganado, y con ninguna de las dos aptitudes se consigue disipar el dolor. En el segundo caso, se mitiga por los momentos de descanso que te permite reinventar una nueva vida, se distancia la aparición del recuerdo doloroso, pero cuando vuelve, taladra de la misma forma.
Isabel Coixet adapta una obra teatral de la alemana Lot Vekemans. Igual debió la cineasta dejar el texto en el teatro, haberlo reescrito y montado ella misma la función, porque como película no funciona, aunque haya momentos en que el texto tiene mucha belleza e invita a la reflexión. El colorido está en el interior de los personajes y en su discurso, no en las imágenes, y dista en mucho de conseguir dar el salto mortal necesario para que el teatro pase a ser una obra cinematográfica. Ayer no termina nunca parece lo que es teatro filmado, y éste es un dato curioso porque la obra ha sido reescrita por la cineasta y los personajes aproximados a sus intérpretes, pero de algún modo la obra de Lot Vekemans ha apresado y encorsetado de una forma poderosa a una mujer de cine como es Coixet.
Hay una dosis de oportunismo al situar la acción en 2017, en una España en la bancarrota y a punto de recibir el tercer rescate, porque al margen de parecer el inicio de la cinta la continuación de las noticias con las que nos desayunamos a diario, no aporta nada al drama de esta pareja, porque la historia habla de la perdida, del desamor, lo incomprensible de la muerte y de dos maneras de reaccionar ante un drama existencial, y ese dolor no se mitiga ni con una visa oro ni con una cuenta corriente saneada. Exceptuando el preliminar antes de que se sitúe la acción en tres espacios calcados, daría igual la fecha o el país. El drama íntimo es universal.
Candela Peña y Javier Cámara hacen un trabajo marcadamente teatral, con unos parlamentos cargados de amor, desamor, reproches por no asumir el dolor de igual forma ni intensidad, que en teatro se hubieran escuchado con un silencio reverencial, pero en las sala de cine no llega. Cámara hace un trabajo de contención extraordinario y Candela Peña, cuyo papel está escrito a su medida, es una actriz con su grandeza dramática y sus limitaciones, a veces pierde la contención que precisa el cine, imagino que consentida por las pautas de la directora.
Viendo la proyección, me asalta la duda de si las imágenes sin color que captan los recuerdos y completan las frases que no se atreven a decir los personajes, estaban en el guión o se añadieron a posteriori. De una forma u otra, estas imágenes, y la música de Alfonso Vilallonga, restan mucho hiero a la historia. Isabel Coixet pide que no se den muchos datos sobre la historia para que el espectador se sorprenda, respeto su deseo y estoy seguro que con los mismos actores, el mismo texto y la misma directora, Ayer no termina nunca hubiera sido una excelente función teatral.
Ayer no termina nunca (2013), de Isabel Coixet, se estrena en España el 26 de abril de 2013, y fue proyectada el 20 de abril en la sesión de apertura a competición de Festival Málaga 2013.