Se podría decir que lo que escribo es la crónica de un ensayo de la obra Árbol Adentro, escrita por Juanma Romero Gárriz, y dirigida con cuño propio por Arturo Bernal, pero no, lo que escribo es una reflexión alumbrada por una función aún en «obras», sin iluminación, sin decorado, con el vestuario sin completar, que le otorga el protagonismo a la raíz de la palabra y el movimiento de cinco actores, administrado con pulso firme por el director.
En este momento del proceso creativo no hay trampa ni engaño, se trabaja sobre la base sólida de una función que habla de lo que vemos, y de lo que no alcanza el entendimiento a ver, por lo que me ha parecido interesante dar una impresión de la parte de ese todo que se verá el día 8 de enero en La cuarta Pared.
Por el mero hecho de nacer estamos condenados a muerte, por un lado, suena terrible, pero por otro, es una verdadera suerte poder morir, dado que para morir hay que cumplir la condición indispensable de estar vivo, pero la muerte ajena sorprende como si fuera un acontecimiento sin previo aviso, y es que es duro tener presente que algo aspire en un momento todos nuestros yoes, y se disuelvan en la inexistencia como un alka seltzer lo hace en agua.
Nada nos hace tan patente la disolución de nuestro propio yo como la muerte de un ser querido, y es que con él se va un trozo de nuestra vida, la que vivimos en común, y queda un pedazo de la suya que nos trasmitió por voz, modo y gesto.

Itziar Ortega, es Maite, bien enraizada en la tierra y con los brazos extendidos para recoger todos los tonos del arco iris que al final es la luz: Foto Luis Muñoz Díez
En el caso de Árbol adentro, se inicia con la muerte de Iñaki Esparza, que asoma a lo fugaz y finito de la existencia terrenal a sus hijos Manu y Maite, la reacción dispar, cada uno ante un mismo estímulo tenemos nuestra propia respuesta. Manu es muy masculino, muy práctico y todo lo quiere solucionar de un modo lógico y tajante, su hermana Maite, quizá por mujer y dadora de vida, tiene más capacidad para lo esotérico, y va un paso por delante de su hermano Manu, que aún potente vive habitado de ruidos y demandas; y una condición para cualquier reconciliación es acallar esos ruidos.
El dilema entre los planos de lo tangible y lo que se siente se solapa, ella ve más que él, y crea el conflicto de una forma que nos hace sonreír como defensa ante lo que no entendemos y reflexionar por lo que comenzamos a entender.
El tiempo se marca entre lo que ya sabemos y los que nos queda por conocer, pero cuando los planos se dimensionan en representaciones disjuntas y atemporales, percibimos que no sabemos prácticamente nada y que actuamos con creencias aprendidas que no son ciertas, y ahí comienza la elección por saber o ignorar, y si uno se decanta por la primera opción comienza una travesía por el desierto.
La obra nos propone la «reconciliación», a mi la palabra reconciliar no acaba de gustarme, porque en todas sus acepciones tiene una connotación religiosa, como confesión o vuelta a la fe, pero también puede ser que como ha habido que librar duras batallas contra el oscurantismo impuesto hayamos dado la espaldas a todo lo que no nos suena racional, y ese lugar mágico, primigenio y energético, que sin duda existe, lo haya ocupado y lo tenga secuestrado una iglesia con nombre apellido y lugar de su sede central.

A Iñaki Esparza, lo da vida Ignacio Yuste, el actor tiene un rostro en este caso triste, en el que un buen director puede dibujar todos los personajes. Foto Luis Muñoz Díez
Iñaki Esparza ha muerto como ha vivido, si encarar nada, haciendo de necesidad virtud y tapando huecos con autoengaños o palabras huecas, pero al morir parece que solo se ha ocupado de dejar atado lo material y no su vida, por lo que se ve obligado a volver sin saber él mismo por qué.
Maite, su hija, se erige como chamana aficionada y combativa, ha de luchar contra el espectro de su padre y la incredulidad de su hermano, los dos casos vienen a ser lo mismo, se trata de logar que se pierda el miedo ante lo desconocido, para este afán cuenta con la ayuda de dos espíritus tutelares, para abrir la estancia, ventilarla, limpiar y recolocar con orden lo sucedido, lo resentido, asumirlo, exorcizar el dolor con el conocimiento, y ese conocimiento sana a golpe de ron y humo.
Arturo Bernal, centra el texto de Romero Gárriz, en recuperar la magia que no es otra cosa que una parte innegable que habita en nosotros, y para eso hay que romper nudos y sanar heridas y replantear. No podía haber elegido el reparto con más acierto, Ignacio Yuste, es Iñaqui Esparza, a veces hombre a veces espíritu a veces marioneta movida o poseída por los espíritus tutelares. A su hija Maite, le presta un físico sólido Itziar Ortega, bien enraizada en la tierra y con los brazos extendidos para recoger todos los tonos del arco iris que al final es la luz. Las pulsiones y ruidos de Manu los materializa Tito Rubio-Iglesias. Y como espíritus tutelares cuentan con dos actores fascinantes, Darío Sigco y Jaime Moreno.

Como espíritus tutelares cuentan con dos actores fascinantes, Darío Sigco y Jaime Moreno. Foto Foto Luis Muñoz Díez
Árbol adentro, estrena el 8 de enero de 2015 en la Sala Teatro Cuarta Pared.
Reparto: Itziar Ortega, Ignacio Yuste, Tito Rubio-Iglesias, Darío Sigco, Jaime Moreno / Dirección: Arturo Bernal | Autor: Juanma Romero Gárriz | Producción: Proyecto Bufo y ETC Teatro Cuarta Pared | Ayte. dirección y Producción: Vanessa Ruiz | Iluminación: Alfonso Ramos | Vestuario: Laura Jabois y Caja Negra | Escenografía y Caracterización: Caja Negra | Espacio Sonoro: Proyecto Bufo
Funciones: del 8 al 24 de enero 2015 (jueves, viernes y sábados 21:00h)