En la imagen el fotógrafo onubense Jesús Mayorga, que rompe tabús y cuelga 19 pollas retratadas de forma explícita en el Ambigú del El Umbral de Primavera.
Mis momentos de fortaleza son más valiosos, porque existen los de debilidad.
Por Luis Muñoz Díez
Celebrábamos el tercer aniversario de la emblemática sala de Teatro, El Umbral de Primavera, y en la fiesta del 21 de marzo, me encontré con Jesús Mayorga. El fotógrafo sin mucho preámbulo me espetó que preparaba una exposición fotográfica de pollas, para el Ambigú de la Sala.
De pollas, pregunté de una forma automática. Sí de pollas, me confirmó, mientras acotaba con las palmas de sus manos, un espacio en el aire de unos cuarenta centímetros me adelantó “Serán fotos de este tamaño, de pollas”, yo no supe si hablaba en serio o en broma, y la fiesta continúo.
Si me hubiera dicho que preparaba una exposición de sado masoquismo, de ligueros para ovejas o de las sangrantes penitencias procesionales de Semana Santa, no hubiera necesitado insistir, lo hubiera cogido a la primera.
No se entiende, que un órgano que tienen todos los varones, con vocación de ser compartido con hembras y hombres, sea motivo de semejante tabú.
El tema polla, jamás se menta con normalidad. Se hace como manifestación de poderío, para magnificarlo o con risa floja. Se podría decir que sucede lo mismo cuando se nombra el coño, pero esa paridad se rompe cuando se poner una imagen delante de los ojos. Aquí sí se marca la diferencia de reacciones, al sexo femenino le vela de forma natural el vello púbico, por el contario sexo masculino es tan evidente, que incomoda y desconcierta, con su fanfarrona movilidad, y sus distintas manifestaciones de ánimo.
La mirada curiosa de los heterosexuales, se posa sobre ellas con un codicioso afán de sopesar y saber si es una prueba superada, las mujeres tendrían mucho que decir sobre el tema, pero normalmente lo ningunean o evitan la conversación. Incluso para el colectivo homosexual masculino, tampoco lo mira de forma natural, porque son hombres, y se une que es objeto de deseo, y la codicia de contar con uno propio así.
La visión de una polla rotunda en cualquiera de sus posturas intimida. Ha sido la demanda de la población gay, la que logró que se mostraran en la gran pantallas. Pudo más el saldo de la taquilla, que el recelo de productores y distribuidores y su inentendible pregunta: ¿no será de mal gusto? Unido al recelo de los actores, que temían que si mostraban ese músculo, ya no quedaría más talento por mostrar, pero aun así, tampoco era una forma de visibilización explícita, el cine se ve en una sala oscura, con cierta mirada de voyeur.
Las mujeres suelen opinar que el tema pollas les preocupa más a los tíos que a ellas, y de algún modo se puede entender que así sea. Vivimos es una sociedad falocratica, por lo que es normal que se tenga recelo a mostrar ese tesoro sin miedo a defraudar, si se trata del propio, y la contemplación de forma pública de uno ajeno, crea cierta incomodidad, por aquello del sopeso y la comparación.
Jesús, me comentó que el germen que le movió a realizar esta serie de imágenes, surgió como una necesidad de materializar algo que a él le gustaba ver, y no encontraba. No ha utilizado modelos profesionales, ha tirado de pollas conocidas, que por ser unas imágenes tan explicitas, la identidad de los modelos queda en la mayor de las intimidades.
A mi gusto, en el trabajo que nos presenta Jesús Mayorga en esta muestra, hay mucho de reivindicación, de desmitificación del falo como algo solemne, es un homenaje a su parte lúdica, una forma de alertar que hay tantas pollas como varones, y sobre todo, que es un órgano para ser compartido y gozado, recordar que es poderoso, pero olvidar que sea un símbolo de poder.
No es un malecón que haya de permanecer impasible ante todas las mareas, sin alarde, ni ninguneo, tiene sus momentos guerreros, juguetones o de perezoso descanso, quizá se ha cargado con demasiada responsabilidad simbólica al polifacético músculo, y por eso no aguanta el careo. No es un bastón de mando, como lo ha querido erigir la tradición machista, ni algo que falte, como decía el desnortado creador del psicoanálisis.
Celebro y aplaudo la exposición de Jesús Mayorga, en que muestra de una manera explícita 19 pollas, que reclama con todos los gritos del silencio la normalización, y se muestra simplemente lo que hay.

En la imagen el fotógrafo Jesús Mayorga, Vivi López Doynel directora fundadora del El Umbral de Primavera y Luis Muñoz Díez. Foto Santi Senso
La exposicion aPOYAme se puede ver, partir del 7 de mayo en el Ambigú de El umbral de primavera
Todo empezó cuando su madre le regaló su primera cámara a los 15 años, a partir de ahí, asegura Jesús Mayorga, que no hay un solo día que no tenga fotografiado y almacenado. Se considera un fotógrafo de vocación y ha hecho de ello su profesión.
Huelva, la ciudad de la luz, influye en su manera de entender la fotografía. En Huelva están sus raíces y siempre le acompaña, incluso en el logotipo de su obra, en el que se puede ver el mar bajo un objetivo. El mar de su tierra y el ojo con el que lo mira, con un toque moderno madrileño pero sin perder la esencia “choquera”.
En 2007 se instala en Madrid, iniciando una nueva andadura llena de proyectos de fotografía y vídeo en la que destaca el teatro, la publicidad o la moda. Actualmente cuenta con estudio propio en el Rastro de Madrid.
¡¡aPOYAme!