La comedia romántica es un género en donde todo tiene cabida y que ha cosechado a lo largo de los años grandes éxitos comerciales para la industria cinematográfica. Existen de todo tipo, desde algunas con un marcado carácter reflexivo planteado con mucho humor como en las geniales Annie Hall, Alta fidelidad, 500 días juntos o Crazy Stupid Love; pasando por filmes más comerciales, en el buen sentido, como Cuatro bodas y un funeral, Nothing Hill, Pretty Woman, French Kiss o Cuando Harry encontró a Sally; hasta películas concebidas principalmente para ver cómo se besuquean actores de moda como en La proposición, Sucedió en Manhattan, Con derecho a roce, 27 vestidos o Algo pasa en las Vegas. Así se podría continuar en un listado interminable de películas, rodadas con mayor o menor acierto, siendo la comedia romántica uno de los géneros más longevos y recurrentes de la historia del cine, lo que quizás ha supuesto desafortunadamente que el subconsciente colectivo le haya preadjudicado toda una suerte de tópicos y cliches, en ocasiones injustos fruto de los prejuicios, pero en otras totalmente merecidos.
En el caso de Amor en su punto, segunda colaboración como directores de Teresa Pelegrí y Dominic Harari, se enmarca dentro de la comedia romántica más tradicional, ligera y sin excesivas pretensiones; focalizando su trama en el inmortal, y generalmente efectivo, argumento de los conflictos de pareja. La fase de enamoramiento, el desamor y la incertidumbre como etapas obligadas de las relaciones de pareja, son desarrolladas durante todo el metraje sin ocultar en absoluto la influencia de la comedia británica romántica a la hora de perfilar la historia. Sin embargo, en mi opinión, la película carece de dos elementos indispensables para poder triunfar, y es el de no contar con momentos realmente divertidos o al menos más socarrones, presentados sin la frescura necesaria o “mala leche”, ni tampoco resultar excesivamente atractiva en su planteamiento, a pesar de contar con unas muy buenas interpretaciones tanto por parte de Richard Coyle, como especialmente por la siempre interesantísima Leonor Watling. Interpretaciones que, por otro lado, debe señalarse que aunque funcionan muy bien en solitario, adolecen mucho de la falta de química entre los protagonistas, supuestamente enamorados.
Por otro lado, otro inconveniente es el esquema utilizado, que es el clásico por antonomasia del género mil veces repetido, de chico conoce chica, chico se enamora y “consigue” a la chicha, chico pierde a la chica y luego nunca se sabe dependiendo de los realizadores, pues aquí se amplía ligeramente el círculo, aunque no demasiado; sirviéndose de gags un tanto previsibles, sin que consigan que el filme destaque demasiado. Tal es así que si algo queda claro sobre esta película es que según va avanzado se van a presenciar todos los repetidísimos recursos del género sin ningún pudor, circunstancia que, por otro lado, no debiera ser necesariamente un problema, siempre que sean rodados con cierta originalidad y frescura, y siempre que el espectador acuda a la sala sin demasiados prejuicios. Cosa que por desgracia no sucede.
Situando la acción en Dublín, Amor en su punto se centra en la historia de amor que nace entre un popular y bastante cínico crítico gastronómico irlandés con aversión al compromiso, cuyas relaciones caducan siempre a los seis meses de iniciarlas, y una española soñadora e idealista asentada en la capital irlandesa, cuyas relaciones, por su parte, siempre han sido dolorosas. Dos personas con gustos y aficiones claramente diferentes, sin demasiada fortuna en el amor, y que por los avatares del destino terminan enamorándose, embarcándose juntos en una relación que cambiará totalmente sus vidas. Un argumento que, como era de esperar, servirá de base para mostrar durante todo el metraje las habituales secuencias de romanticismo (la pareja paseando por un bello parque, la pareja enzarzándose en una pelea de comida en la que acaban como acaban…), conjuntamente con escenas más duras (fuertes discusiones que nacen de nimiedades, la caída de la pareja en la monotonía, inseguridades debidas a los celos…).
Se echa en falta, en este sentido, quizás un trasfondo algo más interesante, unas vidas ligeramente más creíbles y un mayor esfuerzo para conseguir que el espectador logre identificarse con la pareja protagonista, haciéndole partícipe de una relación en cuyas situaciones pueda verse en cierta medida reflejado, circunstancia que no termina de cuadrarse. Si bien la historia tiene algunos aspectos interesantes (como la escena de la cena en el restaurante a oscuras, mostrar lo sencillo que puede resultar enamorarse en contraposición con lo difícil que es conseguir que el amor perdure, la reflexión de los protagonistas precisamente sobre el cine romántico en general o la comparación del amor con las palomitas en el cine), no se consigue aprovechar todo ese potencial, y el guión va resultando más y más monótono a medida que avanza la película. En definitiva, una comedia romántica de manual que quizás resulte un tanto insustancial, sin ritmo, sin alma y que probablemente no recomendaría, salvo por contar con la presencia de Leonor Watling en su reparto.
Amor en su punto, (2013), de Teresa de Pelegrí y Dominic Harari, se estrenó en España el 9 de mayo de 2014