AMERICANA 2025: Patriotas cruzando the line.
Por NACHO CABANA
Dos películas que se explican la una a la otra han cerrado esta bastante interesante edición del Americana 2025 que ayer llegó a su conclusión con la entrega de premios y la proyección de Ghostlight de Kelly O’Sullivan y Alex Thompson.
Homegrown de Michael Premo es un documental que sigue a varios “patriotas” de la extrema derecha estadounidense los meses anteriores, durante y después del asalto al Congreso de los EE.UU propiciado por Donald Trump tras perder las elecciones de 2020. Por supuesto, Premo no podía adivinar que Chris, uno de sus protas, iba a resultar siendo uno de los más destacados activistas de tan aciago día. Pero lo fue y su documental adquiere valor extra a partir de este hecho.
Se queda lejos Homegrown de Cuatro horas en el Capitolio de Jamie Roberts (que, por cierto, ha dejado de estar misteriosamente disponible en Max, siendo un original de HBO) pero da un amplio contexto a este en lo concerniente a los grupos más o menos organizados que siguieron al flautista de gorra roja y piel naranja que hoy pone el orden mundial patas arriba desde la Casa Blanca.
No hace falta mucha intervención por parte de Premo para comunicar el caos mental alimentado por la ignorancia y la retroalimentación facilitada por las redes sociales que tienen Chris y el resto de patriotas retratados en Homegrown. No saben lo que es el comunismo, ni el antifascismo, ni cómo funciona la democracia, ni lo que pregonan los valores religiosos que dicen defender ni siquiera como es realmente la tradición que creen los justifica. No se consideran racistas aunque echen toneladas de pintura sobre una pintada del «Black lives matter» frente a la Trump Tower y lo hacen tras forjar una insólita y efímera alianza con una líder de este movimiento (a la que, por cierto, ya le vale).
No son patriotas realmente. Son solamente, una turba de fanáticos de las armas y la cerveza que anteponen la obediencia a un líder por encima de la familia a la que dicen defender. No hay discurso alguno, por muy dudoso que sea, que sostenga sus acciones y revueltas. Solo la repetición enfermiza de los mismos gritos guturales que llevan toda la vida profiriendo en los estadios y en las barras de los bares.
¿Y para qué lo hacen?, ¿para qué son heridos? ¿por quiénes hieren y provocan muertes?, ¿por quiénes van a juicio y son encerrados en prisión?.
Pues para que seres como los protagonistas de The line de Ethan Berger puedan seguir viviendo como a ellos les gustaría vivir. Es The line una ficción acerca de las fraternidades de recio abolengo en las universidades de élite de EE.UU que albergan a los futuros líderes económicos y políticos del país. Una tradición esta por la que estudiantes pagaban (en el 2014 que se desarrolla la acción) 6.000 dólares anuales extra a los 30.000 que costaba la matrícula del curso universitario. ¿Y para qué?. En teoría (y de cara a los padres, millonarios en su mayor parte) tener acceso a contactos que les ayudarán sus futuras carreras profesionales. En la práctica, para ser humillados por los veteranos (que a su vez fueron también vejados en su primer curso) y verse inmersos en una espiral de masculinidad tóxica cuya finalidad última no es otra que bailar agarrándose los genitales.
Es realmente complicado levantar una ficción cuando todos tus personajes son absolutamente odiosos (pasa lo mismo con los relatos que tienen a los marines en su centro, pero al menos estos se juegan la vida) y no quisieras pasar con ellos ni diez minutos de tu vida. Berger lo (medio) logra focalizando su The line en Tom Baxter (interpretado por Alex Wolff, el prota de Hereditary), de familia humilde y con un mínimo de conciencia y humanidad expresada, sobre todo, a través de una subtrama romántica (con Halle Bailey, la última sirenita) que no acaba de funcionar.
Y es que le falta a The line una mayor carga violenta en su centro de gravedad y le sobra gramática tradicional en su realización. La noche en la que el “nerd” (que todo grupo de machitos necesita) provoca el drama debería haber ocupado más metraje, haberse desmadrado todo más. La explosión de violencia anunciada por la combinación de rencores, cocaína y alcohol se corta al producirse el delito y lo que viene después no deja de ser una consecuencia dramáticamente previsible.
Homegrown acaba con un rótulo tranquilizador informando de los 12 años de condena que le cayeron a Chris, su patriota protagonista. Obviamente, el documental está editado antes de la segunda victoria de Trump y el indulto de este a los que asaltaron el congreso asegurando a los miembros de las fraternidades (tanto republicanos como demócratas, por supuesto, aunque estos últimos al menos respetan las instituciones) su continuidad sine die en el privilegio y el poder mientras se persigue a los jueces y policías que intentaron impedirlo.
El mundo, al revés.
El palmarés.
Premio TOPS del Jurado de la Crítica ACCEC
Harvest, de Athina Rachel Tsangari
Mención TOPS del Jurado de la Crítica ACCEC
El brillo de la televisión (I Saw The TV Glow), de Jane Schoenbrun
Premio del Jurado Cineclubista FCC
Familiar Touch, de Sarah Friedland.
Mención del Jurado Cineclubista FCC
El brillo de la televisión (I Saw The TV Glow), de Jane Schoenbrun.
Premio NEXT del Jurado Joven La Casa del Cine
Janet Planet, de Annie Baker.
Premio del Público Ficción.
Between the Temples, de Nathan Silver.
Premio del Público No Ficción.
Group Therapy, de Neil Berkeley.
Premio del Público Shorts
Rock Paper Scissors, de Alex Kweskin y Lauren Ward.