AMERICANA 2025: Pensamiento mágico y amistades elípticas.
Por NACHO CABANA.
¿Hay que respetar el pensamiento mágico tanto de los que se lucran con él como de los que se dejan engañar pagando por escuchar lo que quieren escuchar?. La respuesta de Lana Wilson, directora del interesante documental Look into my eyes (imposible no acordarse del sketch de Little Britain) visto en la sección Docs del Americana 2025 es que afirmativa: tanto como si en lugar de estar grabando a clientes consultando a un/a vidente, su directora estuviera haciéndolo a los pacientes de un/a terapeuta colegiado/a.
La película comienza con una sucesión de peticiones bastante delirantes de neoyorquinos que acuden a las sesiones adivinatorias de estos farsantes sin que, todavía, veamos a estos últimos. Peticiones que van desde querer tener contacto con un ser querido ya fallecido (lo más habitual) hasta pretender saber lo que piensan sus mascotas o saber lo que les depara el futuro.
Acto seguido, Wilson pasa a ocuparse de los mediums en cuestión mediante entrevistas en sus apartamentos que van desde el desastre total (el aspirante a guionista) a otros que denotan un nivel de vida considerablemente alto. Es precisamente en estos fragmentos donde más brilla Look into my eyes. Los “poseedores de un don” son personas a menudo con pasados o historias similares a los que les cuentan sus clientes; con pasados, aspiraciones y frustraciones absolutamente mundanas.
Eso sí, todos aseguran creerse su don; nadie se reconoce como un embaucador so pena de que alguno de sus habituales pueda ver el documental y dejar de acudir a sus sesiones. Espectacular el momento en que uno de los mediums pregunta al equipo por algún familiar muerto que soliera usar un skateboard en sus desplazamientos ya que está “sintiendo una presencia muy fuerte” y la persona a la que está atendiendo niega conocer a nadie así que esté en el más allá.
El principal problema de Look into my eyes es la ausencia de cuestionamiento del universo que retrata. No hay testimonio alguno de nadie ajeno al mundo de los mediums y sus “pacientes”; un abogado, un policía, un familiar. Consecuente con el dogma vigente que exige respetar y amar a los personajes de tu película, sea esta ficción o documental, Wilson pierde la oportunidad de dar entrada en su film tanto a cualquier posible denuncia como elemento cómico (los hay, pero no en su mirada).
La que hubiera montado Ulrich Seidl con semejante material.
Matt and Mara de Kazik Radwanski.
En un momento de Matt and Mara, la profesora de literatura interpretada por Deragh Campbell le dice a una alumna en una tutoría “usa las elipsis, que no todo tu texto tenga continuidad temporal” (más o menos).
Y es precisamente en las posibles elipsis que Radwanski usa en su película donde se puede esconder la clave de esta. Porque, la mayor parte de las veces, su autora renuncia a marcarlas, pueden existir o no, quizás pase dentro de ellas algo determinante o no suceder nada. Y de la decisión del espectador acerca del contenido y duración temporal de estas elipsis depende la interpretación de lo que pasa en el film.
Que es, no me malinterpreten, muy sencillo. Dos amigos del instituto se reencuentran cuando están en la treintena; él sigue soltero y ella tiene pareja y un hijo pequeño. Una amistad que depende básicamente de la conexión que sigue habiendo entre ambos. Esa química que hace que te lleves bien con algunas personas y no con otras.
Tiene Matt and Mara algo de Cuando Harry encontró a Sally pero todo está mucho menos marcado que en las romcom. Rodada cámara en mano y con todos los modos y maneras del cine “indie” consigue un plano precioso en el momento central de la película, cuando los protagonistas visitan las cataratas del Niágara.
Una secuencia final cuya interpretación depende en parte del tiempo real que el espectador asigne al corte temporal que la separa de la secuencia precedente concluye un film que retrata muy bien las trampas en amistad entre dos personas de diferente sexo.