Hace años era relativamente frecuente toparse con personas que, cuando veían una cámara de fotos (analógica, obviamente), corrían a esconderse, taparse la cara o voltearse mientras exclamaban compulsivamente “no me saques, no me saques”. De ser captado, su rostro quedaba inmortalizado de manera poco favorecedora entre los asistentes a un cumpleaños o una cena entre amigos.
Todo esto ha cambiado. La fotografía ya no es más memoria almacenada sino ocurrencia efímera destinada, no a las personas cercanas al fotógrafo, sino a una legión de desconocidos que reducen su contacto a la emoción prefabricada de un «emoji».
Ingrid go west de Matt Spicer parte de todo lo anterior para explorar un daño colateral de las omnipresentes redes sociales («Instagram» en este caso) en los que han nacido o casi con ellas: la obsesión por gustar. No ya por ser aceptado en tu círculo social (lo que ha sucedido siempre) sino por conseguir likes primero y seguidores después. Cuántos más mejor.
Spicer y su guionista David Branson Smith lo hacen a través de una comedia entre la sátira y lo negro, pasando de con soltura de un registro a otro. Ingrid go west actualiza el ya muchas veces visto argumento del “fan fatal” para introducir el tema que realmente le interesa, esto es, vivir para lograr la aceptación masiva, inmediata y fugaz de los desconocidos virtuales. O, dicho de otra manera: los actos de las personas ya no tienen significado por sí mismos sino en función de la repercusión pasajera que provocan.
Spicer y Branson Smith saben a dónde van y no se enredan en la fontanería del guión ahorrándonos secuencias funcionales para centrarse en la peripecia de su protagonista, una excelente Aubrey Plaza que modula su desequilibrio emocional sin caer en el exceso. Elizabeth Olsen, por su parte, elude caer en la parodia de las «influencers» que tanto trabajo nos dan mientras que O’Shea Jackson Jr. evidencia que los guionistas angelinos están en mucha mejor forma que los españoles.
En el Americana 2018 también hemos visto el nuevo trabajo de Alex Ross Perry (invitado este año al certamen), Golden exits. Una película estructurada en secuencias dialogadas entre siete personajes tomados de dos en dos o de tres en tres y separadas unas de otras por fundidos a negro y una suave música de Keegan DeWitt.
Cuenta Ross Perry a priori con una baza ganadora y es el excelente elenco que incluye a Chloë Sevigny, Jason Schwartzman y a una Mary-Louise Parker al borde del exceso de botox. Lamentablemente, el agradable tono indie neoyorquino inicial va dando progresivamente igual a medida que su director y guionista desaprovecha a Sevigny, y los diálogos de todos se tornan imposibles al explicitar de manera casi ensayística las intenciones y motivos de cada personaje. De esta manera lo que podía haber sido un estudio sobre la celotipia en un entorno tan anglosajón como intelectualizado se convierte en la película perfecta para explicar a aspirantes a guionistas cómo no deben ser nunca los diálogos de una película.
En el Americana 2018 de hoy viernes veremos Lemon de Janicza Bravo; Patti Cake$ de Geremy Jasper y Lucky de John Carroll Lynch. Y en Movistar Extra ya podéis ver The work, el documental de Jairus McLeary y Gethin Aldous acerca de un grupo de presos peligrosos que deciden ingresar en una terapia grupal en la cárcel que habita