Por Nacho Cabana
Los problemas derivados de la paternidad en las parejas una vez que el retoño ha dejado de ser un bebé y comienza a tener cierta opinión sobre su vida y la conducta de sus padres ha sido el tema estrella de buena parte de las películas programadas en este Americana 2016 que acaba de concluir su tercera edición.
The overnight de Patrick Brice y producida por los hermanos Duplass trata el tema desde un punto de vista morboso y divertido. Su director y guionista sabe cómo hacer que el espectador se identifique desde el primer momento con la pareja protagonista y de paso entender también a los anfitriones tentadores. Aunque el giro que le permite pasar al tercer acto sufre de una ambigüedad no del todo buscada que le impide funcionar tan bien como el resto del relato, éste no decae en ningún momento gracias a la labor de los actores, en especial Taylor Schilling.
Muy parecida en su planteamiento aunque luego el guión (escrito por el director conjuntamente con el actor principal Jake Johnson) transcurra por cauces muy distintos es Digging for fire de Joe Swansberg. En ella, el matrimonio protagonista (al contrario de los de la primera película comentada) afronta por separado las tentaciones que se les presentan durante un par de noches en la que ambos se dan carta blanca para divertirse. Fantásticos Rosemarie DeWitt y Jake Johnson y esperanzador el reencuentro con un Orlando Bloom al que el paso del tiempo le ha sentado muy bien.
Por su parte, People places things de James C. Strouse, la película incomprensiblemente elegida para la inauguración de Americana 2016, afronta idéntica temática pero esta vez a partir de un divorcio. El largometraje juega muy pocas cartas y además las juega mal, empezando por el actor principal Jemaine Clement, una suerte de cruce entre Benicio del Toro y Emilio Aragón quien, por cierto, podría sería perfecto para rodar el remake de esta conservadora loa a la paternidad en la que lo único salvable son los comics que dibuja su protagonista.
Las reuniones familiares son un clásico de cine estadounidense; en un país tan grande es habitual que las familias se desarrollen separadas unas de otras y el momento en que se juntan es campo abonado para que estallen todo tipo de broncas y conflictos. Es lo que cuenta Krisha de Trey Edward Shultz, en la que su actriz protagonista, Krisha Fairchild, hace una interpretación en las antípodas de lo que podría haber hecho con un personaje semejante, por ejemplo, Meryl Streep. La realización de Shultz sugiere capas ocultas en el relato que supuestamente la alejarían de títulos como Agosto, condado de Osage (2013) de John Wells y la acercarían a no se sabe bien dónde.
Mucho más interesante, y también con una reunión familiar de fondo, es Take me to the river de Matt Sobel un inquietante y controlado relato sobre la falta de presunción de inocencia en un caso de abuso a un menor sin ni siquiera esperar a que éste se confirme. Relato también sobre el choque entre los EE.UU urbanos y cultivados frente a los rurales y «redneck», la cinta resuelve el enigma que plantea en una desconcertante secuencia que director y actores hacen creíble. Todo un acierto de guión, además, desactivar para el espectador la posible culpa del personaje protagonista desde antes de que se produzca el supuesto abuso, ya en el mismo prólogo.
También sobre pedofilia versa el estremecedor documental Preacher´s prey de Amy Berg. En él se analiza la figura de Warren Jeffs, líder de una facción de la Iglesia del Jesucristo de los últimos días que usa el poder para satisfacer sus deseos pederastas. El largo retrata la cloaca en que se pueden convertir determinados paisajes estadounidenses dominados por la religión y la ignorancia. Excelente trabajo el de la directora de Janis, aunque muy convencional en sus formas y debatible en su utilización en el clímax de una grabación de audio de Warren Jeffs abusando de una menor de doce años.
Lo que no es en absoluto discutible es la inmersión en la pornomiseria de Steve Hoover en Blood Brother, documental sobre la odisea de su amigo Rocky Braat ayudando a niños con SIDA en un orfanato de la India. Es una lástima que para lograr un clímax en su película, el director no dude en recrearse en la agonía y las llagas de uno de los niños al que previamente se había encargado de individualizar y hacer querible por el espectador. Afortunadamente, el muchacho se salva y con él la honra de Hoover. Por lo demás, Blood Brother es un excelente trabajo muy bien rodado, escrito y montado aunque tarde en exponer uno de sus conflictos más interesantes: los encargados del orfanato tienen que ocultar a los vecinos del pueblo en el que se ubica que los niños tienen SIDA para así evitar su rechazo social y expulsión.
They look like people de Perry Blackshear ha ganado el premio La casa del cine de la sección NEXT, galardón otorgado por 16 alumnos del curso de crítica de cine de esta escuela. Se trata de una muy humilde propuesta de paranoia y amistad en un Nueva York situado a años luz de las luces de Manhattan en la que la situación principal está bastante alargada perdiendo por ello parte de su atractivo.
El premio del público ha sido para Trumbo de Jay Roach.
Americana 2016 cierra su tercera edición con un 39% más de público y nos alegramos por ello. Si el año que viene se confirma y repite este alza será momento de ir pensando de trasladarlo a los cines Aribau.
Y de paso o cambiarle el subtítulo.
O mejor, dar cabida a películas canadienses y mexicanas.