Por Nacho Cabana.
ATENCIÓN: CONTIENE SPOILERS. MEJOR LEER DESPUÉS DE VER LA PELÍCULA.
Regresión no es una película de terror como sí era Los otros (2001) aunque interese venderla como tal. Tampoco es, al menos de forma prioritaria, un filme sobre la paranoia colectiva que asoló la América profunda durante los años 90 ni una mera extensión del discurso agnóstico iniciado en Ágora (2009). Es ante todo un relato que versa sobre cómo se construyen las películas de terror estructurado de manera inversa a la manera en que se articulan habitualmente las historias de este género.
Comienza Regresión con un detonante clásico para colocar lo que en otro largo de horror sería el clímax de la historia en su primer tercio y dedicarse después a ir desmontando la trama terrorífica hasta llegar a un final que me recordó al de Homicidio (1991) de David Mamet y que contiene el significado final del relato: el ser humano es capaz de creer la más absurda de las historias con tal de no aceptar que no existe el más allá. La maldad es mejor aceptada si es extrema y se asigna a fuerzas sobrenaturales o diabólicas al igual que la bondad es mejor si proviene directamente de ese cielo que cierra el largometraje. Lo que resulta inaceptable para los humanos, viene a decir Amenábar, es asumir que la mediocridad genera una maldad mediocre pero letal. O que en una película de terror puede cambiarse el motor generador del miedo sin que la historia se resienta en absoluto.
Tiene además el director de Tesis (1996) el valor desarrollar estos conceptos a partir de una investigación policial que por naturaleza ha de ser progresiva y que él usa para interrumpir constantemente la atmósfera terrorífica que crea durante los sueños y regresiones sin que por ello se resienta la evolución del protagonista.
Por eso Regresión da menos miedo cuando debería darlo más (al final) y da más cuando debería darlo menos (al principio).
Amenábar sirve tan arriesgada apuesta con una planificación bastante clásica dentro del género de horror (no esquiva el tópico de los sectarios encapuchados) y se apoya para el éxito en una deslumbrante fotografía de Daniel Aranyó y en un excelente Ethan Hawke. Se queda corto, casi reducida a una excusa, la auténtica razón que lleva al personaje de Emma Watson (correcta) a comportarse como lo hace.
Una película que probablemente no guste demasiado ni al público ni a la crítica española. Al primero porque va a ver sus expectativas sucesivamente truncadas y a la segunda porque tendrá dificultades para buscar más allá de la apariencia de film estadounidense que tiene el conjunto.
Como si eso fuera algo negativo y determinante.