El guía se frota las manos como si intentase hacer fuego con dos palos en una isla desierta. A pesar del sol que dora el cielo con una gama cálida, allí en el campo nevado frente a los pajares hace un frío de muerte. Pero los turistas japoneses no parecen notarlo y siguen echando fotos. La voz del guía, con una autoridad fofa desde su nubecilla de vaho, les recuerda de nuevo que si quieren ver toda la serie deberían darse prisa. Esta vez tiene éxito. Los japoneses por fin se agrupan y él puede hacer recuento. Faltan la chica de las coletas y el chico preguntón, y sin embargo se les ha sumado una pareja de aspecto nórdico que parece haber brotado del suelo.
Se oye trajín tras el pajar. A las risitas nerviosas de los japoneses se superponen las carcajadas de los escandinavos, que aún andan quitándose hebras de heno de la ropa. El guía lo entiende todo. “Bueno, ya se unirán a los siguientes, como los vikingos estos”, piensa. Se agarra al marco para tomar impulso, salta al suelo de la Sala 243 y abandera al grupo hacia el siguiente Monet de la serie. Afortunadamente este se titula “Almiares. Fin del verano”.
Hola Ana! Un texto con grandes dosis de imaginación y tan bien narrado como siempre. Me ha sorprendido la asociación adjetiva «autoridad fofa», dice mucho y es muy , muy original. Bueno, y también lo fogosos que son los japoneses de tu micro jeje, con lo rectos y serios que parecen. Un beso!