Costa esperanza, de Toke Constantin, inauguró la semana pasada el Festival de Cine Alemán de Madrid, con muy buena acogida. Para la presentación se desplazaron el director y su actor protagonista, Alexander Fehling. El director después de la proyección nos habló de cómo surgió el proyecto de esta película, que está basada en un hecho real, que según nos contó, se lo narró un compañero de profesión. La historia le interesó y su primera idea fue realizar un documental. Como Toke Constantin no estaba familiarizado con la historia reciente de la RDA, por pertenecer a la Alemania occidental, buscó información, viajó al lugar de los hechos, y esa información real fue el germen del guión de ficción de Costa esperanza, que escribió con Ronny Schalk.
Costa esperanza cuenta como: “A principios de los años ochenta, en la RDA, Conny (Alexander Fehling) y Andreas (August Diehl), dos amigos íntimos que trabajan en el puerto marítimo de Rostock (ciudad considerada el símbolo de la recuperación de la Alemania Oriental), saben que la única forma de salir de su país es en barco. La libertad de la que carecen los habitantes de la RDA está al alcance de su mano, destinados a trabajar como marineros y así viajar por el mundo, quizá planear su fuga. Pero para ello tienen que demostrar su fidelidad al Gobierno, que les pondrá a prueba a través de los servicios de espionaje de la Stasi”.
No hay distancia para poder juzgar objetivamente como fue el proceso de la caída del muro de Berlín, y menos como era el estricto control que se tenía con los ciudadanos. Hay versiones para todos los gustos, porque aún están vivos muchos de los protagonistas de esas historias. El recuerdo de cada uno es subjetivo, y de alguna forma todos necesitamos justificar nuestro pasado. Hay quien adoctrinado, pensaba que obraba bien al defender unas ideales incuestionables, de todos los que le habían inculcado que eran enemigos, sin ser muy escrupuloso con el cómo, y quién lo vivió sólo como un periodo de abuso en que el ciudadano era privado de la más mínima libertad.
Preguntado el director por si había querido transmitir algún mensaje concreto con su película afirmó tajante: «No pretendo ofrecer ninguna tesis, solo he plateado una historia y que cada uno saque sus propias conclusiones«, pero esta respuesta no es totalmente cierta, ni lo puede ser. En una ficción no puede ser imparcial, y menos cuando narra unos hechos tan conocidos y a veces tan condenables, la opinión de quien la escribe pesa.
La historia está construida sobre los sentimientos, y en cómo influyen en sus personajes. Se juega con la traición, la culpa, el miedo y el arrepentimiento. Al tratarse de una acuarela de sentimientos a veces se desdibujan los contornos y no se sabe bien donde comienza un sentimiento y donde acaba otro. Alexander Fehling, en la rueda de prensa, confirmó que eso fue precisamente lo que interesó de su papel: «Conny vive un continuo conflicto interior que le produce intranquilidad, por haber cruzado la frontera de lo moral y, por haber pasado la barrera de la traición». Añadió que conocía el proyecto desde hacía tres años, lo que le ha permitido trabajar muy estrechamente con el director para crear el personaje.
Toke Constantin, en Costa esperanza, nos narra un pedazo de historia con mayúsculas a través de tres personajes, los tres trabajan en el puerto, los tres tienen la idea fija y la mirada puesta en el mar. En concreto en un barco para salir de una situación que los oprime. Lo más atractivo de la película es que los personajes son tan contradictorios como lo son todos los seres en evolución, Conny (Alexander Fehling) y Andreas (August Diehl), que mantiene una aptitud que raya en la neurosis o el enamoramiento a la hora de perjudicar a su amigo Cinny y separarle de su amor, una enfermera vietnamita.
La fotografía de Felix Novo retrata con precisión cada momento con un manejo extraordinario de la luz, y la música de Simón Blasi consigue por segundos tomar protagonismo para remarcar una historia rodada de una manera muy formal por Toke Constantin. Solo una pega: el director a veces da por hecho que tenemos que conocer sobradamente el marco donde se desarrolla la historia y no nos aporta muchos detalles. Esto último es un dato curioso, porque si él se tuvo que documentar para conocer a fondo el marco histórico, podría comprender que en su mismo caso podrían encontrarse los espectadores.