Por Luis Muñoz Díez
Intentar escribir sobre El Público de Federico García Lorca a estas alturas y decir algo nuevo sin duda es hasta atrevido, pero aprovechando que Àlex Rigola nos presenta una lectura tan primorosa de una obra que no es una joya sino un joyero, no quiero perder la ocasión.
El Público es un texto onírico, brillante, oscuro, donde el autor marca su dualidad, presenta su condición, suelta a su deseo y al tiempo lo ata. Es un viaje interior, donde aparentemente se pregunta si debe conformarse con el teatro al “aire libre” o socavar en el que llama simbólicamente “bajo tierra”
Desde que vio la luz el manuscrito de El Público ha dado pie a un amplio abanico de lecturas por su condición surrealista y simbólica, pero leyendo mucho de lo escrito parece que se ha querido incidir sobre el sexo de los ángeles que sería una mera disquisición sobre la forma teatral, para hacer olvidar el claro manifiesto homosexual de una obra reconocida como la primera que ahonda en la homosexualidad masculina.
Ser homosexual hoy no es fácil, aunque muchos crean que son cosas superadas, pero serlo a principios del siglo pasado era un verdadero lastre, hasta para un autor tan prestigiado y que tuvo la oportunidad de viajar y tratar con las personas adecuadas, y si hay alguna duda su muerte como hecho y forma la despeja.
En esta luminosa versión Àlex Rigola incide en que la duda del autor es sobre si continuar mintiéndose emboscado en ficticios personajes femeninos, o declarar su amor de hombre a otro hombre, alumbrado por luz del día. Incluso se puede contemplar la lectura de que ese “Público” al que teme y desprecia es el mismo que no consiente reconciliarse con el “todo” de su homosexualidad, para dejar de debatirse en la desazonadora batalla por ser uno y el uno.
La obra en sí es una duda filtrada de tantas formas y colores como un calidoscopio, con tantas lecturas como espectadores y ocasiones tenga ese mismo espectador de leerlo o contemplarlo. Àlex Rigola sintetiza de una manera prodigiosa el texto, a priori irrepresentable, y lo traduce en una función de una belleza plástica que desarma.
El juego del deseo y la constante dualidad están expuestos de una forma cristalina, pocas veces he visto una interpretación de actores tan compacta, contundente en su sutileza, brillan todos con luz propia, tanto como el fondo plateado que recoge la luz y los enmarca, y sería casi injusto destacar a ninguno sobre otro, solo cabe felicitar y aplaudir a Nao Albet, Jesús Barranco, David Boceta, Juan Codina, Rubén de Eguía, Óscar de la Fuente, Laia Duran, Irene Escolar, María Herranz, Alejandro Jato, Jaime Lorente, David Luque, Nacho Vera y Guillermo Weickert.
Si la interpretación es espléndida, el espacio escénico de Max Glaenzel, la iluminación de Carlos Marquerie, el vestuario de Silvia Delagneau, el espacio sonoro de Nao Albet y la coreografía del Pastor de Bobo Laia Duran, conforman una función impecable e inolvidable, mi mas sinceras felicitación señor Rigola, es usted un maestro.
El Publico está en cartel en el Teatro de La Aabadía –Madrid- más información, fechas y horarios aquí.