Hablar con Alberto Ammann para mí es siempre un placer, en esta ocasión lo hacemos de la película «Betibú» de Miguel Cohan, en la que el actor interpreta a Mariano Saravia, al que han designado sin mucha experiencia como redactor jefe de sucesos de un importante periódico. La película está basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro. Alberto tiene como compañeros de reparto a tres actores de primera: Mercedes Morán, Daniel Fanego y José Coronado. La película es un thriller donde se habla de asesinatos y poder, pero sorprende la relación tan cálida que se establece entre los personajes que interpretan Morán, Fanego y Ammann.
¿Quién es Mariano Saravia, tú personaje, y que papel juega en Betubú?
La película es muy fiel a novela, el personaje que más cambia es el mío, en el libro era el pibe de los cafés, el becario. En la novela tiene veinte, veintiún años, era muy cachorro digamos. Lo hablé con Miguel Cohan. Lo primero, yo no doy ese perfil, y ese personaje no puede ni manejarse, ni relacionarse con los demás como figura en la novela con esa edad. Y a partir de ahí fuimos ajustando el personaje.
¿Se ha adaptado Saravia a Ammann?
No colaba, no, yo haciendo de veinte años, pero otra cosa que cantaba un poco, porque en la literatura te puedes tomar muchas licencias, pero en el cine naturalista te tienes que ajustar a los patrones, y era difícil de creer que un chaval de veintiún años le hubieran puesto como jefe de sección de policiales en uno de los periódicos más prestigiosos del país. No podía pasar. Si hace eso el director de un periódico le tocan un timbre y le dicen: pero que me estás contando…
Los sucesos, con el corazón, es lo que más interesa al público, y ese interés lo conoce muy bien los responsables de periódicos y tvs, es el reclamo para la recaudación de publicidad.
En Argentina se siguen y se les dan un tratamiento a las investigaciones como si fueran literatura. Y el público lo sigue día a día.
Aún marcado Mariano Saravia con tu edad exacta, hay diferencia con Jaime Brena (Daniel Fanego), el anterior jefe que se ve obligado a trabajar contigo, y con Nurit Iscar o Betibú (Mercedes Moran), la escritora.
Sí, en un principio se plantea un choque generacional y un enfrentamiento laboral. A Mariano, le han dado un puesto de Jefe de policiales, que es para una persona con una experiencia, con una agenda que te cagas, con contactos en el submundo de la ciudad, con un acceso que Mariano no tiene. Es sospechoso y más si el anterior jefe ha sido degradado a tres escritorios más allá, para que todo el mundo lo vea. Ahí hay algo extraño, se ve y en la película se van atando cabos.
La película es muy conciliadora, marca bien el mal, el bien, el que manda y el que obedece. ¿Como ves tú a Mariano Savaria? el personaje de la película, no el de la novela.
Mi personaje llega con cierto pecado de titulitis, piensa que porque tenga sellos de escuelas prestigiosas y másteres por el mundo está sobradamente preparado. Pero eso es un error educacional que se puede aplicar a cualquier campo. Se imponen modas: ahora estudia marketing y administración de empresas, y eso ahora como eso no sirve para un carajo, estudia abogacía, para volver a un estudia turismo de hostelería como se hacía hace catorce años. En el caso de Mariano, viene muy preparado teóricamente, muy afín a las nuevas tecnologías, pero hay un error en el mundo laboral de hoy, parece que las nuevas tecnologías es el único medio por el que vas a conseguir algo…vas a conseguir trabajo…sacarlo adelante, y hay más factores.
La tecnología es una fuente de datos muy importante, pero hay que saber por donde buscar y más en trabajos de investigación, que se son muy artesanales y se guían más por comentarios, confidencias y telefonazos. Internet es una fuente completa de datos, pero de lo que ya se sabe.
Sí, Mariano, se encuentra que tiene que trabajar en equipo, y en el que es imprescindible tener experiencia. Una realidad que le pone los pies sobre la tierra, y ahí mi personaje simboliza los ojos del aprendizaje, y en el fondo es más humilde de lo que aparenta ser en la película, porque en realidad a él lo han puesto en ese puesto de trabajo
No conozco la novela de Claudia Piñeiro, pero en la película los tres: Brena, el viejo lobo de policiales, Nurit o Betibú, la codiciada escritora, y Mariano, el recién llegado, al hilo de la investigación hacen un viaje interior que les reconcilia con la vida.
Van estrechando lazos, empiezan mirándose con desconfianza, y lo cierto es que todos estamos más cerca de lo que nos quieren poner. Es un poco reduccionista, pero es que nos unen más cosas que nos separan.
Me parece curioso que en un thriller sobre el poder, del que cuantos menos datos demos mejor para el espectador, de una manera indirecta se abra al final una historia de amor entre dos personas maduras, en un momento en que parece que después de los cuarenta, y en este caso con más de cincuenta, se cae en un erial sentimental.
A mí me gusta asumir la edad, y esta etapa de los treinta a los cuarenta está siendo una etapa terriblemente interesante para mí. A nivel de crecimiento, de revisión de mi vida. Tuve mi etapa de sufrimiento adolescente y lo digo entre comillas, porque ya no lo era, a los veinticinco años me salieron canas, y a los veintiocho se me puso el pelo bastante blanco y lo pasé mal. Está claro que esto es algo que está ligado a mí, que el niño Alberto no quiere asumir que se crece. Afortunadamente no tiene demasiada voz en mi mente, pero a veces anda por ahí y me recuerda: ¡Ufa! ¡Joder! que de canas que tienes, y yo digo ¡Mierda! Sí que las tengo.
Es muy común lo que dices, pero porque a los veintiocho nos empeñamos en no perder la adolescencia, cuando ya no la tenemos y a los cuarenta la juventud, y ese automachaque siempre… Qué poco aprecio a lo que tenemos y qué añoranza siempre de lo perdido.
Es cierta nostalgia infantil y que vivimos en un mundo donde se valora la eterna juventud. Es la meta donde debemos llegar y es una cosa absurda y mercantilista, pero estés de acuerdo o no, tiene su influencia en la vida. Puedes poner los filtros y decir: esto es una gilipollez, pero está ahí, es una realidad y sale. Tenemos tantas contradicciones.
Yo tengo mucha fe en la genética, y en que la cabeza es quien sujeta el cuerpo y no el cuerpo a la cabeza.
Sí, estoy completamente de acuerdo en cuanto a la cuestión anímica, pero hay algo que es físicamente es inevitable, aunque ahora la medicina ha conseguido que se llegue a altas edades en buen estado.
Alberto, van a tener que pasar muchos años y muchas cosas para que necesites disfrutar de esos adelantos en geriatría.
Yo en este momento sé que voy a llegar a los 40 en muy buen estado físico y con un buen bagaje de vida, para mí es un compendio muy bonito, luego ya me ocuparé de llegar bien a los cincuenta, a los sesenta….
Sabía decisión, lo práctico es vivir ahora y hoy.
Me despido de Alberto, y ambos confiamos en que el próximo encuentro sea lo antes posible. A final hemos hablado de la vida y del paso del tiempo. Yo puede que sea muy optimista al respecto, y precisamente la película «Betibú» de Miguel Cohan también lo es. A pesar de vivir en medio de tanta suciedad y de que las cicatrices no ayuden a andar, en Brena y Nurit Betibú, sus protagonistas, la empatía y la capacidad de querer permanecen intactas.
Betibú de Miguel Cohan se estrena en España el 12 de septiembre de 2014