Al nacer el día, de Goran Paskaljevic

Al nacer el día, de Goran Paskaljevic

Muerte y desolación, debería haber sido el lema de esta bienintencionada película del director Goran Paskaljevic, con un pie en París y otro en Belgrado. La conmemoración del 70º aniversario, en el año 2012, fecha de la filmación de la película, de la erección del campamento Semlin en el antiguo Recinto Ferial de Belgrado, como gueto para judíos y gitanos se posa aleve como una paloma a lo largo y ancho de “Al nacer el día”.

Pero, a mi juicio, la película es fallida en toda su extensión porque al haber hecho pivotar su estructura y guión -de Filip David y Goran Paskaljevic– en este luctuoso episodio, la tensión emocional que debería haber dado todo el voltaje al filme se desvanece, inane, con la laxa, casi sin pulso, dirección de Paskaljevic.

El elemento desencadenante de la trama, la caja perdida y vuelta a descubrir, que a modo de cápsula del tiempo, contiene algunas claves sobre la vida del profesor de música recién jubilado, interpretado por Mustafa Nadarevic, Misha Brankov, o Misha Weiss, según sople la brisa del tiempo y del recuerdo, debería servir para abrir y cerrar un doloroso recordatorio y aún calvario por el que no pasan los años ni la historia.

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Al nacer el día, de Goran Paskaljevic

El Holocausto es intemporal y -a escala humana- eterno. Porque cierra sobre sí misma, una oclusión temporal, la de aquellos años de exterminio nazi, en una burbuja conservada en el ámbar transparente y cristalino de la Historia. Nada es igual a sí mismo, mirándose en el espejo de la Historia, los años previos y los posteriores no casan ya. Porque existe la gran disrupción, el absurdo hecho carne y espíritu del Holocausto.

Volvamos a esa caja, esa llave que debería poder abrir y cerrar, en la mente de Misha y en las nuestras, espectadores, el aciago decurso de la Historia. Se convierte en la película en un encaje, o un bordado, tejido con cierto primor por y alrededor del viejo profesor. Es blanda, como un reloj daliniano que perdiese el tiempo, gota a gota. No acota un mundo, el del horror perdido y vuelto a hallar de los padres judíos de Misha, los Weiss.

“Al nacer el día” …volverán a la vida los muertos, dice la anotación de la partitura que compuso el padre de Misha, Isaac, y que legó, en un viaje sin retorno a su hijo. Pero pareciera al contrario que los vivos se tornan muertos o que la interpretación con una mala dirección de actores, va y viene sin rumbo fijo o, todo lo más, con un caminar hipnótico, sonambúlico.

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Al nacer el día, de Goran Paskaljevic

En este renglón de muertos vivientes, destaca la breve intervención de la mujer refugiada de la guerra de los Balcanes, interpretada por Olga Odanovic-Petrovic. Su frase “vuelva en invierno, cuando cae la nieve, como en un cuento”, transportada por sus ojos pequeños y de mirada perdida, suena a oración de algún alma muerta.

Es curioso como los muertos vivientes están inoculados de buenismo, toda la película es un canto, no muy fervoroso, a los buenos sentimientos y el piar de los pajaritos. Todo lo contrario de lo que debería reflejar una película sobre la solución final o exterminio nazi. Lo malo del buenismo es que debemos estar convencidos de su bondad con carácter previo porque, desgraciadamente, debido a determinadas características de la condición humana, en su devenir no convence a nadie que no lo estuviera ya.

Y al espectador que va a visionar una película no se le puede exigir semejante carga o lastre moral, es pedir demasiado, aun a los comedores de palomitas de maíz, que tendrían pésima digestión.

Mustafa Nadarevic, sobre cuyos hombros pesa toda la película, es un destacado actor bosnio, nacido en 1943 en Banja Luka, que destacó en sus papeles en “Papá está de viaje de negocios”, de Emir Kusturica y “No Man´s Land (En tierra de nadie)”, del director Danis Tanovic.

“Al nacer el día” es una coproducción de Serbia, Croacia y Francia.

Al nacer el día”, de Goran Paskaljevic, se estrenó en España el 21 de febrero de 2014.

Autor

Soy José Zurriaga. Nací y pasé mi infancia en Bilbao, el bachillerato y la Universidad en Barcelona y he pasado la mayor parte de mi vida laboral en Madrid. Esta triangulación de las Españas seguramente me define. Durante mucho tiempo me consideré ciudadano barcelonés, ahora cada vez me voy haciendo más madrileño aunque con resabios coquetos de aroma catalán. Siempre he trabajado a sueldo del Estado y por ello me considero incurso en las contradicciones que transitan entre lo público y lo privado. Esta sensación no deja de acompañarme en mi vida estrictamente privada, personal, siendo adepto a una curiosa forma de transparencia mental, en mis ensoñaciones más vívidas. Me han publicado poco y mal, lo que no deja de ofrecerme algún consuelo al pensar que he sufrido algo menos de lo que quizá me correspondiese, en una vida ideal, de las sempiternas soberbia y orgullo. Resido muy gustosamente en este continente-isla virtual que es Tarántula, que me acoge y me transporta de aquí para allá, en Internet.

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