La imagen es un fragmento de la portada de Luminiscentes, de Antonio Maldonado Muñoz
La luz de los versos
XV
Tiene una nube
sobre su perímetro,
llueve poesía.
Estos versos pertenecen a Haikus villorreños, obra con la que Antonio Maldonado Muñoz ha ganado la categoría local tras la vuelta del certamen nacional de poesía “Jorge Manrique”, organizado por el ayuntamiento de Villamanrique (Ciudad Real). La primera vez que venció en este concurso, en 2010, supuso el inicio de su trayectoria literaria, al romperse la frontera de hacer público un texto literario. Hasta esos momentos, Maldonado Muñoz era uno de tantos poetas circunstanciales, como los que han vivido creando de forma esporádica; según él, algunas personas podrían haber sido productoras de poesía efímera e involuntaria, al pensar versos mientras se encontraban trabajando en el campo o la fábrica.
“Luminiscentes”, publicado de forma tradicional por la editorial de Rivas –Vaciamadrid, Ondina ediciones, es su tercer libro. En los pasillos del instituto La Serna, donde trabajaba, su compañera Matilde Sempere le recomendó la editorial con la que se ha materializado un proyecto prologado por el periodista Andrés Rubio y con portada de la artista valdepeñera Lapatrycruz.
El poemario habla sobre la propiedad que tenemos las personas de emitir una luz que absorbe y refleja todo aquello que somos: nos consume, nos ilumina, nos distrae, nos hace crecer o nos parte, porque somos luciérnagas involuntarias.
Estas luces en versos se agrupan en siete capítulos de diversos colores, en los que prevalece la primera persona, como si el autor fuese un actor. El viaje del potro descalzo abre el primero, dedicado a la memoria de su padre, con el que compartía nombre y amor por la poesía.
Te devuelvo la vida
Te devuelvo la vida, padre.
No concibo el mundo sin ti
pero tú viviste sin mí. Dime,
ahora que puedes, qué hago
para que abras los ojos.
Me prendería fuego,
cualquier sacrificio sería un regalo
con tal de volver a verte sonreír.
Te devuelvo la vida, padre.
Tú la utilizas mejor que yo.
A Antonio Maldaonado García
Como ya hacía en “Cementerio de barcos», su segundo libro, en las elegías pone la dedicatoria al final del poema para sepultarla con versos.
En “Sustrato”, el segundo capítulo, aparecen poemas dedicados a personas, lugares y días donde el poeta siente las luces de la existencia, incluyendo la irrupción de la pandemia o la España vaciada. Los siguientes apartados están titulados con aforismos. “¿A quién pertenece la flor cortada?” arranca con un poema dedicado a George Floyd y continúa con otras flores cortadas como las palabras, en este caso por los móviles.
“Si cada persona es un mundo, dos son un universo” y “Jugar con fuego no es librarse del invierno” reflejan de forma tierna o fresca y desinhibida la gama de los amores en la actualidad, también influenciados por Internet.
Viaje en balsa
Hoy mi amor es una balsa sobre la que te acuno,
arropo tu cara con los ojos ocultos de la despedida
y empujo la balsa hacia la incertidumbre.
Junto a ti viaja mi última caricia.
Deseo que mi soplo te lleve a la mejor costa,
pues mi pensamiento es el aire que te mueve
y te quiere dirigir a tu tierra prometida.
Allí encontrarás la dicha
cuando con la madera de la balsa
enciendas una hoguera, te calientes y veas la luz.
“¿Conoce el puente el idioma del agua?” y “Todas las fronteras tienen los ojos azules” mantienen tonalidades con un humanismo contemporáneo de la mano de algunos iconos para el poeta, como Antonio López, Aquiles o Chavela Vargas, con el tiempo, el campo y la ciudad como telones de fondo.