Ocho años después de debutar con Un Franco, 14 pesetas, Carlos Iglesias presenta la secuela de aquel film que logró hacerse con el Premio a la Mejor Película en el Festival de Cine de Málaga de 2006. Volviendo a hacer memoria histórica y demostrando su buen saber hacer tras la cámara, regresamos a Uzwil.
Hace ya siete años que Martín (Iglesias) volviera junto a su familia a Madrid, dejando atrás su idilio vivido en Suiza, paraíso terrenal para muchos emigrantes españoles que decidieron buscarse un buen porvenir durante la década de los sesenta a lo largo y ancho del territorio Europeo. En ese pequeño pueblo digno de clásica estampa suiza se quedaron Marcos (Javier Gutiérrez) y Mari Carmen (Ángela del Salto), quienes ahora, situándonos en 1974 y por motivo del bautizo de su hijo, recibirán en ese tranquilo pueblo a Martín y su mujer, Pilar (Nieve de Medina), amén del resto de familiares que, para bien o para mal, no querrán perderse tal acontecimiento. Por otro lado, el hijo de Martín, Pablo (Adrián Expósito) emprenderá con su amigo Juan (Luisber Santiago) un viaje con intención de cruzar Europa a través del Interrail, acabando de forma accidental en Uzwil, donde irán a parar a una comuna hippie que supondrá el marco idóneo para el despertar de la sexualidad adolescente. Además, el reencuentro con las dos mujeres con quien Martín y Marcos mantuvieran un affaire años atrás, les hará que lleguen a replantearse muchas cosas sobre su actual situación.
Dos historias paralelas, las de dos generaciones, contadas desde dos perspectivas diferentes: la del hombre que añora un país del que se fascinó y al que no le importaría volver, y la de un joven cuyos sueños por escapar de la represión de la dictadura le harán replantearse su futuro en la tierra en la que su padre fue feliz. Iglesias apuesta esta vez por una más elevada dosis de humor para contar un período de nuestra historia reciente, sin dejar a un lado el dramatismo que llena la personalidad de la figura del emigrante. La búsqueda de la identidad propia, de la felicidad y del amor son los tres clichés que encaminan una trama en la que la crisis del petróleo de los años 70 funciona como telón de fondo, siendo ésta un claro reflejo de la situación actual. Situación que desgraciadamente se ha ido repitiendo a lo largo del pasado siglo XX de forma cíclica y en la que la figura del emigrante español es esta vez presentada desde los ojos de aquél que añora su tierra de origen. Todo un ejercicio de nostalgia en el que se enfrentarán las ganas de volver a Suiza y las de hacerlo a España.
Así pues, con un plantel de secundarios protagonistas de un conjunto de subtramas y situaciones propias de la comedia más pura (dos conocidos haciéndose pasar por matrimonio del Opus Dei para blanquear dinero en Suiza, o el incipiente alcoholismo de un cura que acaba cantándole a la Luna, por poner un ejemplo), 2 francos, 40 pesetas demuestra que aunque el cine español esté pasando por una crisis de espectadores, la crisis de ideas aún no ha llegado. Y esperemos que nunca lo haga.
2 francos, 40 pesetas, de Carlos Iglesias, se estrenó en España el 28 de marzo de 2014