El peso del pasado en el presente fue uno de los temas sobre los que giró gran parte de las películas de la 18ª edición del Festival de Cine Alemán de Madrid.
El director Wolfgang Becker sorprendió precisamente con un filme que analiza la huella del tiempo pretérito en el hoy. Como en Good Bye Lenin!, la obra más conocida del cineasta germano, Yo y Kaminski nos presenta a un personaje que permanece recluido y anclado en el pasado. En esta ocasión, es un anciano pintor invidente que ha quedado marcado por un amor de juventud. Junto a un hombre joven que quiere publicar su biografía, buscará a esa vieja novia que nunca olvidó.
El filme, basado en una novela homónima de Daniel Kehlmann, comienza como un falso documental a la manera de Zelig, donde el veterano creador aparece vinculado a gran parte de los movimientos artísticos del siglo XX, para convertirse poco a poco en una road movie sentimental donde drama y comedia se dan la mano. Becker logra provocar la emoción del espectador gracias a la buena dirección de la pareja protagonista, unos espléndidos Daniel Brühl y Jesper Christensen, y una historia bien urdida que critica el esnobismo del mundo del arte, la banalidad de la fama y habla sobre el valor que cada uno de nosotros le damos a una misma vivencia compartida. En algunos momentos, especialmente en su tramo final, la película parece hermanarse extrañamente con uno de los clásicos del melodrama: Carta de una desconocida.
La imborrable huella de los acontecimientos que dejamos atrás y el terrible paso del tiempo estuvieron presentes también en otro de los títulos de la sección oficial: Herbert. El realizador Thomas Stuber plasma en imágenes la debacle de un ex boxeador de la antigua RDA que trabaja como guardia de seguridad y al que se diagnostica ELA. El filme nos enseña el drama de un hombre que ha vivido de su rotundo físico y tiene que acostumbrarse a observar cómo su movilidad se va viendo reducida rápidamente. Será entonces cuando intente reconciliarse con su única hija. El director cae en casi todos los lugares comunes de las películas sobre enfermedades terminales y el metraje se alarga innecesariamente, pero la cinta logra escapar de la mediocridad por la maravilloso trabajo de Peter Kurth, que consigue dibujar a un personaje tierno y rudo a un mismo tiempo que tiene que luchar contra su propio cuerpo en vez de pelearse con el de otros.
Como ya es habitual, El Festival de Cine Alemán de Madrid dedicó una parte de la programación a homenajear a algunos cineastas que lograron que las películas germanas se hicieran un hueco en el séptimo arte mundial. En esta ocasión se rindió tributo a Rainer Werner Fassbinder, el autor de Todos nos llamanos Ali y La ley del Fassbinder. Lo hizo con la proyección de Fassbinder, donde Annekatrin Hendel ofrece un retrato del polémico artista a través de imágenes de sus películas, material de archivo y declaraciones de algunos de sus colaboradores, como Hanna Schygulla, Irm Hermann, Harry Beard o Volker Schlöndorff. El resultado es un perfil que ahonda más en el aspecto personal, donde se nos presenta a un hombre hiperactivo y algo tiránico, pero que descuida un tanto el perfil más artístico. Bien es cierto que la vasta obra cinematográfica del cineastas no puede analizarse detenidamente en una cinta convencional, pero en esta ocasión parece que se haga de manera excesivamente superficial. No obstante, es una obra que ayuda a conocer algo más a uno de los miembros más importantes de lo que se llamó el Nuevo Cine Alemán.
El certamen también permitió disfrutar de una versión restaurada de Las tres luces, obra capital de Fritz Lang estrenada en 1922. Admirada por Luis Buñuel y Alfred Hichtcock, el largometraje es una espléndida historia de amor loco acerca de una mujer que intenta salvar a su pareja de una muerte que parece cansada de su ingrato trabajo. La película triunfa en varios frentes, desde la bella visualización de los momentos sobrenaturales hasta la astuta idea de dividir el filme en varias historias que se desarrollan en diversas partes del mundo, aunque compartan un mismo espíritu y los mismos intérpretes. La nueva versión recupera los colores originales y limpia en lo posible las imperfecciones de la imagen. Respecto a la nueva banda sonora creada por el DJ francés Raphael Marionnaud e interpretada para la ocasión en directo, solamente hay que señalar que otorga dinamismo al conjunto con un patchwork sonoro donde se dan cita la indietrónica, la música raï o la composiciones creadas por Ryuichi Sakamoto para El último emperador.
La mayoría de edad de la cita cinéfila teutona estuvo también marcada por el ciclo La movida berlinesa, donde se reunieron diversas cintas que retrataban la agitada vida cultural de la capital alemana durante los años ochenta. Una de las más destacadas fue B Movie: Lujuría y música en Berlín Occidenteal 1979-1989, documental que sigue los pasos de Mark Reeder, un músico de Liverpool que acudió a la metropolí germana movido por su pasión por grupos como Kraftwerk y Neu!. Pronto cayó fascinado por la efervescencia sonora y juvenil de un lugar donde se podía vivir con poco dinero en casas ocupadas y salir hasta entrado el día. Los realizadores Jörg A. Hoppe, Heiko Lange y Klaus Maeck dedican su espacio a los personajes que fueron figuras de aquellos años, como Nick Cave, Heino, Christiane F., Nena, el grupo Die Toten Hosen o una joven Tilda Swinton, aunque quizá lo más interesante sea cómo recrean la atmósfera de aquel tiempo y la visión fascinada de un extranjero. Lo hacen utilizando un espléndido montaje, que sabe usar perfectamente gran cantidad de imágenes de archivo, y la evocadora narración de un apasionado Reeder.
Sin embargo, no todo era fiesta en aquellos años, especialmente si uno vivía en el Berlín oeste y era gay. Así nos lo recuerda Coming out, la cinta de Heiner Carow que se incluyó también dentro del grupo de películas obre la Movida Berlinesa. Estrenado el mismo día de la caída del muro, el largometraje sigue los pasos de un maestro casado que se enamora de un chaval más joven que él, pero tiene miedo a salir del armario. El filme describe muy bien la homofobia de la época y la algo aburrida vida noctura de la ciudad germana en el sector comunista, aunque no acabe de funcionar como película debido a un ritmo morosos y un guión demasiado reiterativo.