La edición 18 edición del Festival de Cine Alemán de Madrid se saldó con un resultado eminentemente positivo. No hubo ninguna película que deslumbrara, pero tampoco demasiadas decepciones. Como siempre, el certamen apostó por las producciones medias tan lejos de los trabajos más osados como de las obras de gran presupuesto.
Fukushima Mon Amour, la última película de Doris Dörrie, inauguró con buen pie la cita con el séptimo arte germano. A primera vista, la cinta puede parecer un homenaje a Hiroshima Mon Amour, el clásico de Alain Resnais con guion de Marguerite Durás. Al fin y al cabo, como en aquel largometraje, nos encontramos con una historia ambientada en Japón después de una catástrofe nuclear que cuenta la relación entre una persona europea y otra nipona. Por si fuera poco, ambas cintas están rodadas en blanco y negro. No obstante, a pesar de estas similitudes, el largometraje prefiere decantarse por un estilo más cercano al del gran Yasujirö Ozu, como confirmó su directora, que asistió a la presentación de la película en la capital de España. La cineasta, autora de Nadie me quiere o Cerezos en flor, imprime sensibilidad a esta historia sobre dos mujeres, una alemana y otra japonesa, devastadas sentimentalmente en una zona destrozada por la radiación. Con acierto, la realizadora y guionista incluye elementos fantásticos propios de la cultura del país del sol naciente, que obligan a los personajes a enfrentarse a sus propios fantasmas personales. A la vez, la película muestra la solidaridad y el entendimiento que nace en dos seres humanos tan distintos como una joven alemana que huye de sus problemas intentando ayudar a las víctimas de las explosión de una central nuclear y una veterana geisha que ha perdido casi todo aquello que tiene en la vida.
De la solidariad contra la adversidad también habla Freistatt, largometraje de Marc Brummund que se presentaba en la sección oficial de. Inspirado en un hecho real ocurrido en Alemania en los últimos años sesenta, el filme sigue los pasos de un joven que ingresa en un estricto internado debido a su carácter agresivo y su mala relación con su padrastro. Allí encontrará el rechazo tanto de los responsables de la institución como de sus compañeros. Sin embargo, el valor y el coraje que el chaval muestra contra las abusivas autoridades del centro le granjearán la amistad y comprensión de sus colegas. Rodada con oficio, este drama cae en algunos lugares comunes de las películas sobre cárceles e internados. De hecho, el filme parece por momentos una versión juvenil de La leyenda del indomable, aquel clásico de Stuart Rosenberg sobre un rudo preso al que daba vida un espléndido Paul Newman. Pese a la falta de originalidad, está contada con nervio y logra convencer gracias a las espléndidas interpretaciones de los actores que interpretan a los alumnos del centro.
Como en la mayoría de las ediciones del festival, hubo también un hueco para las comedias alemanas, unas producciones que difícilmente llegan a las salas españolas. Ya se sabe que el humor viaja mal de un país a otro. Dentro de este género, Ha vuelto dejó un sabor agridulce. Basada en el best seller homónimo escrito por Timur Vernes, el largometraje de David Wnendt parte de una curiosa premisa: ¿Qué ocurriría si Hitler volviera a la vida en la Alemania actual?. Con una estética de falso documental que recuerda en ocasiones a la de Borat: Lecciones culturales de América para beneficio de la gloriosa nación de Kazajistán, esta particular farsa muestra a un renacido y despistado Führer que se convierte en una estrella mediática gracias a un reportero en horas bajas. La película resulta demasiado superficial y menos crítica de lo que parece a simple vista, aunque deje constancia de las vigencia de ciertas ideas nazis en sectores de la población germana. Por otra parte, su giro dramático en el último tercio del largometraje resulta excesivamente forzado y su crítica al amarillismo de la televisión actual muy obvia.
Tampoco aprovecha su interesante punto de partida Mi vida a los sesenta. Sigrid Hoerner, su directora, pretende mostrar una visión irónica de aquellas mujeres que quieren ser madres cuando ya se acercan a la denominada tercera edad y esos hombres maduros que pretenden rejuvenecer emparejándose con chicas que podrían ser sus hijas. Lástima que nunca indague demasiado en la particular personalidad de sus protagonistas, dos representantes de estos dos grupos, y se quede en una vulgar comedia romántica otoñal repleta de gags absurdos que, en el caso del particular duelo con resonancias de western, provocan la vergüenza ajena.