Utrilla dirige «Nadie come tierra», de Moreno y Calonge o la familia como un mal mayor

Utrilla dirige «Nadie come tierra», de Moreno y Calonge o la familia como un mal mayor

«Nadie come tierra», de Sebastián Moreno y Raquel Calonge, se podría clasificar en la estantería de teatro del absurdo, pero a poco que nos fijemos en el comportamiento de los miembros de esos núcleos cerrados que son las familias, percibiremos que no se mueve por coordenadas tan distintas la familia que se nos presentan en «Nadie come tierra».

Exceptuando el nulo interés de que sobreviva la institución de sus miembros, para lo que sería necesaria el trato con otras personas y la coyunta, que el padre de la historia que nos presentan Moreno y Calonge, dejó cerrada y cercada con una valla,  para mí solo simbólica, que los impide salir, por lo que madre hija e hijo se cocerán en su propio jugo, sus sudores destilados, miserias, grandeza, señorío y vasallaje nos los mostraran durante la función en ropa interior.

cartelnctTeresa Hernández la madre, Itziar Cabello la hija y Manuel Enríquez pasean por el alambre, practicando el difícil equilibrio entre lo real, lo irreal, lo vivido, y lo soñado sin caer.

En el núcleo familiar se tejen y aprenden todas las enseñanzas básicas, que nos van a guiar en nuestra vida adulta, es nuestro bálsamo y nuestro verdugo, al salir del núcleo cerrado y crear el propio, aún seguimos guiándonos por el patrón atornillado en nuestro imaginario, pero pasada la época de cambios ficticios y rebeldías, si la vida es larga se vuelve a jugar en el cuarto de estar de la infancia, olvidando la parte central de la existencia y estableciendo un hilo directo con nuestra niñez y quién la tuteló.

A nadie se odia con mas fuerza que a un hermano, ni a nadie se le guarda tanto rencor como a unos padres de los que te sientas acreedor, por lo que la propuesta de Raquel Calonge y Sebastián Moreno es muy atractiva, en una función que juega entre el dogma que marca la «madre institución» y la parte onírica, un dogma en que está prohibido soñar o si se sueña ha de hacerse en bajo, normas no escritas de no decir jamás toda la verdad, y cerrar con siete candados todo lo que suene o parezca que afea a la institución.

A mí por cercana me araña mas la parte dogmatica, dado que el comportamiento de toda familia está marcado por esos dogmas y falsas creencias. De la madre se espera que tenga respuesta para todo, cuando se le cuestiona, si el padre y el perro que acaba de morir están o no están, ella sentencia segura: Tienen un estar muerto.

Madre, hijo e hija, transitan la función en ropa interior cumpliendo ritos y normas, su media desnudez es el símbolo de vivir a medio camino entre la confianza y el silencio impuesto. Solo en un momento cuando la madre muestra su lado vulnerable, se saca un pecho y después introduce su mano por el lateral del slip de su hijo y acaricia sus genitales, hay un momento de autentica intimidad, en un agarrarse al falo, por agarrarse a algo, en una lectura simbólica, liberada,  sensual, con su dosis de abuso de poder.

wpe663d224_06Madre e hija recrearan  una de las escenas con mayor fuerza estética, cuando Itziar Cabello, se siente preñada de madre, se sube sobre los hombros de Teresa Hernández, y finge un embarazo en donde la cabeza de su progenitora será su preñez bajo su camiseta blanca, su cabeza se convierte en mueca que protesta y chilla.

El padre murió de un atracón, porque se lo comía todo, se entiende que también la entidad de su mujer y a sus dos hijos, pero ellos tozudos aún desaprobando su aptitud, siguen su legado a rajatabla en el mismo lugar cumpliendo el rito, y repitiendo lo aprendido. La madre en un quiebro decide irse, pero sus hijos la necesitan tal y como la han concebido o ella misma les ha enseñado a concebirla, la regresan y la plantan en la tierra donde está enterrado el padre, ella amenaza con agosta la tierra con su simiente amarga. El plan de los hermanos es plantarse en la misma tierra y seguir entrelazando sus raíces, en una negación a cualquier progreso.

Solo hay un momento en que el hijo parece tener un deseo de sobrevivir, pero hierra practicando una penetración en la misma tierra en la que está enterrado su padre.

El texto de Moreno y Calonge es un experimento, en todo momento valiente, con una puesta en escena de David Utrilla, en la que funde el naturalismo, el esperpento y la lirica con una soltura digna de elogio. Un valor añadido es la música en directo de Javier Gordo, anudando el espacio y otorgando un tono lirico a la función, otro acierto es la elección de los actores: la fragilidad de la hija Itziar Cabello, el atractivo poderoso de la madre Teresa Hurtado, y el cuerpo bien formado de Manuel Enríquez, ayudan a colorear el símbolo de sus personajes, y tornan cercano el difícil equilibro de la irrealidad de lo real.

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Manuel Enríquez, Teressa Hernandez e Itziar Cabello en «Nadie come tierra» de Sebastian Moreno y Raquel Calonge . Director David Utrilla

Título: «Nadie come tierra» / Autor: Sebastian Moreno y Raquel Calonge / Director David Utrilla / Ayudante de dirección: Sebastian Moreno  Interpretes: Teressa Hernandez,  Itziar Cabello  y  Manuel Enríquez.

Biribó Teatro

Todos los sábados 20.00 horas y Domingos 19.00 horas de abril de 2015

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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