SITGES 2025: “Together”, “La hermanastra fea”, “Good boy”.
Por NACHO CABANA.
“He hecho una horror feel good movie” nos contó en los jardines del Meliá ya bien entrada la noche Michael Shanks, director de la que, hasta la fecha, es la mejor de las películas que este cronista ha visto en el Festival de Sitges 2025 que aborda su primer fin de semana con casi todas las entradas vendidas hace tiempo.
De semejante afirmación podría llegar a deducirse que estamos ante una comedia de terror (subgénero que es el leit motiv de la edición de este año) o, lo que es lo mismo, que el susto quedará antes o después anulado por la risa (que es lo habitual).
Pero nada de eso ocurre en Together, la historia de la crisis de una pareja que se encuentra en el decisivo momento de tirar para adelante sin tener todos los cabos (o al menos los más esenciales) atados o separarse. Y lo hace a través de un “body horror” extremo a partir de un guion del mismo director que no pierde nunca de vista el subtexto romántico de todos los acontecimientos bizarros que brillantemente enlaza.
Con prácticamente solo dos personajes, Shanks construye una película donde las imágenes más impactantes y desagradables resultan a la vez románticas y esperanzadoras. Dave Franco (¿qué ha sido de su antaño ominipresente hermano?) y Alison Brie dan piel y carne a dos personas que han de aceptar el destino (¿fatal?, ¿maravilloso?) que les deparan su amor. Parte un poco de esa obra maestra de Alex Garland que es Men para llevársela a terrenos disfrutables por espectadores que no ubican Sitges en el mapa.
Estupendos los efectos físicos y digitales, especialmente en las secuencias finales.
La hermanastra fea de Emilie Blichfeldt.
Que los cuentos infantiles clásicos son en su origen mucho más crueles que las versiones que les han ido llegando a los niños de diferentes generaciones verbigracia de Disney y epígonos es algo sobradamente sabido. En los 80, films como En compañía de lobos de Neil Jordan mezclaron con acierto el componente mítico de relatos como la Caperucita Roja con el terror más explícito obteniendo resultados muy satisfactorios.
Pero también, y algo más habitual, ha sido parodiar los lugares comunes de los cuentos de Andersen, Perrault o los hermanos Grimm usándolos incluso para hacer películas eróticas o directamente porno con ellos.
El viaje que propone la estupenda La hermanastra fea escrita y dirigida por Emilie Blichfeldt va desde la parodia a la crueldad: de los planos amplios, generales y con filtros al descarnado plano detalle. Se trata de una relectura de La cenicienta que empieza introduciendo un humor que nace de la visión actual de los tópicos manejados por tan conocida narración para derivar hacia un ejercicio de sadismo y crueldad que supone un puñetazo en el estómago a todos esos críticos y cineastas inmaculados que repiten como dogma aquello de que “hay que querer a los personajes”. Algo así como si a Ulrich Seidl le hubieran encargado actualizar a Cinderella.
Good boy de Ben Leonberg.
Good boy de Ben Leonberg (coescrita con Alex Cannon) era una de las películas más esperadas de estos primeros días del festival. Un film de terror narrado (y eso tiene casi tanto mérito como cuando Annaud dirigió El oso) desde el punto de vista de un perro sin usar, al menos aparentemente, más que a un solo ejemplar y sin recurrir apenas a CGI.
La película no defrauda en lo que a su planteamiento se refiere. El espectador inquieto no para de preguntarse cómo sus responsables han conseguido que un perro (que, evidentemente, no sabe que está actuando) logre hacer todo lo que hace por mucho que luego el montaje haya hecho, presumiblemente, milagros.
Con la presencia humana reducida (como en los cartoons de la Warner) a piernas y caderas, Good boy acierta (y es suficiente para justificarla) a transmitir cómo debe sentir el miedo un animal de compañía… aunque, narrativamente, se queda algo corta; agotándose su conflicto a mitad de metraje.
Zombie Walk.
Un año más, las calles de Sitges se llenaron de zombies que llevaban un par de días temiendo que la lluvia les arruinara sus cicatrices. No fue así y, a pesar de un cambio en el itinerario que devino en desconcierto inicial acerca de por dónde arrancar, todo se desarrolló con el ingenio y la provocación habituales.