Nicéforo Ortiz exhibe su obra: Voro Ripoll Korsi. El hombre de mi vida

Nicéforo Ortiz exhibe su obra: El hombre de mi vida. Voro Ripoll Korsi (New York 1936-Madrid 1991)

La obra expuesta por Nicéforo Ortiz se compone de un espejo donde se refleja la imagen de Voro y 100 postales de nuestra Noche de Boda para repartir, las postales llevan un QR que te lleva a la historia con fotos, que podemos ver en el orden de que ha elegido el artista: Voro Ripoll Korsi (1936 N. Y.-1991 MAD)  fue desde que nos conocimos, y hasta el final, mi mejor pareja. Aquí os muestro la primera foto que le hice y la última, 20 días antes de morir de cáncer. Y también, la foto de nuestra Noche de Bodas, el día en que decidimos vivir el uno por el otro.

Este homenaje no solo recuerda: celebra. Celebra la mirada párvula con la que vamos aprendiendo a sentir aquello que nadie nos enseña. Porque, aunque la palabra sea poderosa frente al gozo o al dolor, muchas veces no alcanza. El aprendizaje emocional se da en un juego de prueba y error, y solo el temblor —la emoción pura— puede darnos el verdadero saldo.

Crecer es aprender a convivir con un cuerpo en constante transformación: de la infancia a la adolescencia, de la plenitud al cuerpo marcado por el tiempo. Es una tarea difícil para cualquiera: aceptar los olores, los fluidos, las sensaciones que de pronto fracturan nuestra seguridad infantil. Ser niño no garantiza la felicidad. La infancia no es siempre ese jardín idealizado al que volvemos para jugar. Pero en ella —aunque sea por imposición de la norma— al menos contamos con cierta estructura, con un marco de referencia. La adolescencia, en cambio, rompe espejos. Hace dudar de todo. El reflejo dinamita nuestra imagen; desgarbados, empezamos a reconocer que el sudor huele, que la sangre tiene sabor, y que ciertas zonas del cuerpo despiertan un deseo incontrolable. Ese deseo nos zarandea, nos sacude en proporción directa a la inseguridad que sentimos al no reconocernos.

Si esta travesía es difícil para todos, lo es aún más para quienes se sienten distintos en un mundo que dicta: a las chicas les gustan los chicos, y a los chicos, las chicas. Nacemos de un hombre y una mujer, y todo lo que nos rodea —la casa, la calle, el cine— refuerza ese único modelo posible: la heterosexualidad. ¿Cómo no sentir inquietud cuando lo que uno descubre dentro de sí contradice ese relato?

El final del siglo XX y principios del XXI, fue decisivo para la comunicación, la difusión de la imagen derribó puertas hasta ese momento infranqueables, que ampliaron el abanico en la forma y en el fondo de ideas, formas de vivir, y sobre todo en esa aldea global se podía encontrar un referente para cada condición.

La generación de Nicéforo vivió un tiempo en que no se hablaba. La información simplemente no existía. La homosexualidad era apenas una sombra en los márgenes, una excusa para la burla o el castigo. En los colegios religiosos, el discurso se volvía doblemente cruel: la doctrina imponía que la sodomía era pecado nefando, el mayor de todos, por depositar la simiente de la vida en un lugar “prohibido”.

Pero todo esto no pretende otra cosa que situar el marco del amor entre Nicéforo y Voro. Un amor que, como tantos otros, logró que el deseo venciera al miedo. Y el saldo fue una semilla: la de un amor infinito.

Existen trabajos primorosos y homenajes ineludibles, como el que Nicéforo Ortiz dedicó a Voro Ripoll Korsi. Una carta de amor. Una memoria viva. Un tributo sincero al fuego creativo de Nicéforo Ortiz, un alma incombustible.

“Un testimonio profundamente conmovedor sobre quienes amaron poniéndolo todo, sin pedir permiso, sin rendirse jamás. Amaron con alegría, con poderío, con ternura… incluso cuando el mundo les negó el derecho a existir. Cuando la homosexualidad era tachada de enfermedad en los libros de psiquiatría y castigada con cárcel por la ley, ellos eligieron seguir amando.”

 

Este homenaje no solo recuerda: celebra.

 

La obra expuesta se compone de un espejo donde se refleja la imagen de Voro y 100 postales de nuestra Noche de Boda para repartir, las postales llevan un QR que te lleva a la historia con fotos, La obra se pudo visitar desde el 15 de mayo al 7 de Junio de 2025 en el StudioRGF en la Calle Arriaza nº 11  de Madrid