En la imagen Eva Trancón, Paco Déniz, Natalia Hernández y Javier Lara en La Ternura, una fábula gozosa de Alfredo Sanzol
Alfredo Sanzol, que releyendo a Shakespeare se imagina lo siguiente: “Quiero que La Ternura sea una comedia romántica con islas desiertas, naufragios monumentales, reyes frágiles y reinas soñadoras, leñadores miedosos y pastoras tempestuosas, seres mágicos, cambios de identidad, pasiones desatadas, odios irracionales, deseos incendiarios, giros sorprendentes, fantasmas borrachos, apariciones, desapariciones, encuentros, desencuentros…
Por Luis Muñoz Díez
Dicen que los padres no quieren para sus hijos lo que a ellos le trajo pesares, contra eso se puede replicar con el famoso dicho de que nadie escarmienta en cabeza ajena. Y si el empeño se pone en que evite y rechace al sexo complementario, es como poner puertas al campo. La naturaleza nos ha dotado de cinco sentidos, que son cinco imanes capaces de anular cualquier discurso disuasorio, por insistente que este haya sido.
Alfredo Sanzol, hace una relectura de Shakespeare, recreando una fábula mágica, que sitúa en una isla en la que viven un padre y sus dos hijos, que han puesto agua por medio para no tener que tratar con las mujeres, movidos por la mala experiencia que tuvieron con ellas, tanto el padre como el hijo mayor. Al peuqeño le han librado de tan desagradable conocimiento. No ha visto nunca una mujer, haciéndole creer que el aspecto de las mujeres es sililar al de una tarasca.
La paz de los tres leñadores se ve alterada por la llegada de la reina Esmeralda y sus dos hijas, las princesas Salmón y Rubí, que por un arte de magia y dejando atrás un naufragio, han llegado a la isla para no tener que volver a ver jamás a un varón.
Poco dura la tranquilidad de la Reina y las Princesas, al encontrar un hacha deducen que hay hombres en la isla, de inmediato mudan sus ropas de mujer por las de soldados, y no tardan en toparse con los tres leñadores: el Marrón, el Azulcielo y el Verdemar.
A partir de ahí Alfredo Sanzol no dará tregua, e irá solucionando un conflicto mientras ya tiene planteado el siguiente. El texto es torrencial, con muchos momentos altos, pero la escalada verbal que alcanza en dos momentos parece que no va a tener fin. Una cuando narra la reina Esmeralda las viandas que ha olvidado traer, incluida la garrafa de pacharán, y otra cuando compara al hombre a una sucesión inacabable de secreciones y humores, que puede crear el cuerpo humano cuando enferma.
Como no se pueden poner puertas al campo, a pesar de ser mujeres barbadas, el leñador Azulcielo se enamora de la princesa Salmón bajo el aspecto de alférez, y el leñador Verdemar de la princesa Rubí. Ahora sargento, e incluso el padre y leñador Marrón, cree que le patina la hormona como sus hijos, al sentirse atraído por la barbada reina Esmeralda.
La función es deliciosa, y si hay que apuntar otro momento alto, es cuando la reina Esmeralda se disfraza del leñador Verdemar. Ayudada confiesa, únicamente por los pelitos de un coco para fingir la barba, y poder sonsacar al leñador Marrón la forma de escapar de la isla.
Los simples pelitos de coco hacen de la reina Esmeralda un calco del leñador Verdemar, y la confusión da mucho juego. El actor Paco Déniz se convierte en una suerte de marioneta que habla con la voz de la Reina.
Tanto leñador Verdemar Paco Déniz como la princesa Rubí Eva Trancón, son dos personajes con mucha luz. Muy vitales porque en la fábula representan lo poco que importan las experiencias pasadas, cuando lo único que cuenta es lo que está por venir. Ambos actores dan el tono optimista que requieren sus personajes. Paco, tiene momentos deliciosos, como el ya citado, y otros que con ojos de enamorado y sonrisa bobalicona, confiesa que está enamorado del Sargento, mientras Eva Trancón es toda candor y entusiasmo, cuando recompone su opinión sobre los hombres.
Los seis personajes son tiernos, los seis actores son excelentes y demuestran tener una buena vis cómica, aunque la parte agridulce de representar el desmesurado veto al sexo complementario lo asumén La Reina Esmeralda Elena González, y el Leñador Marrón Juan Antonio Lumbreras, ellos caen en su misma trampa, por lo que todos los personajes quedan salvados.
Elena González compone su personaje con toda la exageración en su celo protector, y el desparpajo que precisa la obcecada reina Esmeralda. Juan Antonio Lumbreras encarna muy bien al padre miedoso y controlador. Ambos basan su tirana autoridad en que todo es por el bien de los hijos, y sus desmesuradas mediadas son excelentes pretextos para propiciar las situaciones cómicas.
Pero la verdeara ternura es el descubrimiento del amor del leñador Azulcielo, un hombretón, confundido y embrigado de amor, por el que no queda más remedio que sentir ternura. Lo interpreta Javier Lara, un actor compacto, capaz para muchos matices. A la princesa Salmón el objeto de su amor, tanto como joven Alférez, como en su versión de hermana gemela, le pone astucia, vis cómica, y mucha delicadeza la actriz Natalia Hernández.
Quiero señalar el buen trabajo en la creación del espacio escénico y vestuario de Alejandro Andújar, la Iluminación de Pedro Yagüe y la música Fernando Velázquez.
La obra es un juego sorprendente y gozoso, con una moraleja positiva de que nada ocurre como uno imagina, que nadie escarmienta en cabeza ajena, y que lo único importante es vivir sin miedo.
La Ternura, de Alfredo Sanzol se estrenó el 27 de marzo de 2017, en el Teatro de La Abadía -Madrid- más información de fechas y horarios aquí.
Texto y dirección Alfredo Sanzol Reparto El Leñador Verdemar Paco Déniz, La Reina Esmeralda Elena González, La Princesa Salmón Natalia Hernández, El Leñador Azulcielo Javier Lara, El Leñador Marrón Juan Antonio Lumbreras y La Princesa Rubí Eva Trancón Espacio escénico y vestuario Alejandro Andújar Iluminación Pedro Yagüe Música Fernando Velázquez Ayudante de dirección Beatriz Jaén Ayudante de escenografía y vestuario Almudena Bautista Producción ejecutiva Jair Souza-Ferreira Ayudantes de producción Elisa Fernández / Sara Brogueras Dirección de producción Miguel Cuerdo Comunicación El Norte Comunicación Fotografía Luis Castilla / María Calderón Estudiantes en prácticas Tomás Cabané, Celia María Morán y Alejandro Pérez Agradecimientos Teatro Español.