LA MÚSICA de Marguerite Duras en el teatro Borrás de Barcelona.
Por NACHO CABANA.
¿Es posible encontrarle una narrativa al amor?; ¿hay algún tipo de causalidad en una relación de larga duración?; ¿qué ocurre cuando los dos integrantes de una pareja tóxica buscan desesperadamente una partitura que dé un sentido y ayude a prolongar o a terminar su matrimonio?; ¿qué pasa si todo resulta ser aleatorio, sin destino ni dios ni armonía alguna que ordene las reacciones y los sentimientos cuando los segundos no responden a los primeros ni viceversa?.
De todo esto habla La música, adaptación teatral a cargo de Magüi Mira del texto escrito para la gran pantalla por Marguerite Duras y dirigido por ella misma en la película de igual título de 1967 y que estará en cartel en el teatro Borrás de Barcelona hasta el próximo domingo 25 de mayo.
Se trata de encerrar a dos personajes en una situación única (la noche antes de firmar su divorcio) en un espacio cerrado (una habitación de hotel) y dejar que se amen, se odien, se reprochen todo, reconozcan secretos, se confiesen infidelidades, se intenten explicar, se separen definitivamente o se vuelvan a juntar.
Un texto que Mira lleva al escenario jugando constantemente con el lenguaje corporal de sus dos actores; las distancias que les separan o les unen al desaparecer; los brazos inertes o en perpetua búsqueda. Pero también con sutiles cambios en la iluminación, obra de José Manuel Guerra que va cambiando su intensidad, orientación y temperatura de color según los dos únicos personajes de La música negocian con el fantasma de su porvenir y con los que emergen de su pasado.
Ana Duato y Darío Grandinetti encarnan a Ella y Él (carecen los personajes de Duras de nombre) aprovechándose ambos no solo de una dicción perfecta sino de unos personajes que ven su cansancio vital superado por la ansiedad provocada al saberse a las puertas de la última etapa de unas vidas que no saben cómo ni con quien quieren compartir.
Apenas 70 minutos le son suficientes a Duras, Mira, Duato y Grandinetti para llevar al espectador al clímax de una relación tóxica que no va a poder dejar de serlo tanto si se prolonga como si finaliza pero con la que es posible identificarse sino en la totalidad de su relato, sí en algunos aspectos de este.
La escenografía de Estudiodedos está al servicio del movimiento escénico de los actores, responsabilidad de Mira conjuntamente con Marta Gómez.
Es curioso, para finalizar, cómo (aunque menos que en otras ocasiones) algunos espectadores usan la tos compulsiva y/o la risa tonta como arma defensiva ante lo que, o no entienden, o les está alterando demasiado sus esquemas vitales.
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