Ernesto Caballero recrea ‘Vida de Galileo’ de Bertolt Brecht

Ernesto Caballero recrea ‘Vida de Galileo’ de Bertolt Brecht

El Centro Dramático Nacional nos presenta «Vida de Galileo«, de Bertolt Brecht (Augsburgo 1898-Berlín Oriental 1956), traducida por Miguel Sáenz, con versión y dirección de Ernesto Caballero. La obra escrita en 1939 se estrenó en 1943. Brecht, rescribió el texto hasta tres veces, y como dándole la razón al autor, Caballero ha adaptado y dirigido la última. Se nos presenta al padre de la astronomía, en 1609, instalado en Florencia, en los últimos años del científico, que vive con su hija, su ama de llaves y el hijo de ésta, que será su alumno aventajado.

cartel-vida-de-galileo-wpcf_300x427Bertolt Brecht vivió también su exilio, por lo que no ha de extrañar que se identifique con Galileo (Pisa 1564- Florencia 1642). Uno perseguido por el fascismo y el otro encerrado por la Inquisición. A través de él, nos muestra sus teorías y conclusiones sobre el totalitarismo, que denomina como «peste», en 1606 ejercido por la Iglesia y en su momento por los nazis. Es un grito de libertad contra la manipulación de los oscurantismos de todos los poderes totalitaristas. Por lo que en mi opinión, los descubrimientos del científico no ocupan excesivo lugar en la obra, erige el conocimiento de Galileo como algo a ocultar para que la jerarquía de poder no se altere.

Es curioso como un intelectual de tanto calado como es Brecht, presente de una forma tan simple, casi didáctica, el problema de Galileo con el poder llamado en este caso Iglesia. Formulando una simple opción de conveniencia: si se difunden tus teorías sería cuestionar la manera de vender al Dios configurado a nuestro interés. Eso mermaría nuestro poder y beneficios. Razonado con el argumento de lo mucho que limitaría su posición con los parias de la tierra, preguntando, de dónde van a sacar los menesterosos la resignación necesaria para seguir trabajando día a día si se enteran que no son más que polvo de estrellas.

El autor no plantea en su obra qué existe, ni la falsa creencia religiosa, ni el fanatismo que movió sin duda la Inquisición. El juego planteado por Brecht es más sencillo y más limpio, en un simple ejercicio de censura, un «esto no me interesa que se sepa», porque mermaría mi poder y mi arca.
En la obra hasta tres veces inciden en ello, y se le pide a Galileo que se no se obstine con su teorías. Lo hace directamente la jerarquía, o es el argumento del pequeño monje, argumentando que a sus padres si les quitas el curso de las estaciones como prodigio divino y el sonido de la campana de la iglesia, les arrebatas el sentido de su vida sin darles otro. Ludovico Marssil, el pretendiente de su hija, le pide también que no difunda su descubrimiento porque su hija ha de sentarse a su lado en el banco de la Iglesia, y a los campesinos no es fácil tenerlos quietos, y sin religión ni vida eterna sería imposible.

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Un momento de la representación de «Vida de Galileo», de Bertolt Brecht, versión y dirección Ernesto Caballero. Foto David Ruano

La acción se nos presenta sobre un escenario giratorio, para remarcar la idea del movimiento y las rotaciones y de las ideas. Con una estética más Brecht que del XVII italiano, hasta de lo alto pende una bombilla de tungsteno, que con las medias cortinas son un sello de autor alemán.

Caballero hace un trabajo riguroso, recrea e imprime su personalidad respetando la esencia de Brecht, y marca un Galileo personaje que va directamente a lo práctico. Que no le importa nada el camino, sino el fin, e igual vende a la universidad un catalejo ya inventado, que llegado el caso se burla de un poder que él no reconoce como tal, y reniega de sus conocimientos. Haciendo un trueque con el tiempo, no será un héroe pero dejará su legado. Machista hasta el tuétano, porque constantemente ningunea a su hija en detrimento del despierto hijo de su ama de llaves, que será su discípulo y le dejará el legado de su conocimiento.

Como director, Caballero, impone una estética sobria a su equipo, logra que ninguna pieza desentone, realizan un trabajo primoroso; Paco Azorín, en la iluminación, Ion Anibal en el vestuario, Felype de Lima en la música original interpretada en directo por Javier Coble, Pau Martínez y Kepa Osés, y Hanns Eisler en la recreación musical del espacio sonoro de Javier Coble.

La estética y la dirección de Caballero son directos efectivos, y muy limpios, logrando momentos de gran belleza. Mueve con una facilidad pasmosa a 14 actores que se doblan y se desdoblan en más de 42 personajes, más ese gusto que tiene por formar santos o estatuas con sus actores como decorado.

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Un momento de la representación de «Vida de Galileo», de Bertolt Brecht, versión y dirección Ernesto Caballero. Foto David Ruano

El conjunto de actores hacen un trabajo meritorio. Ramon Fontserè representa un Galileo muy del gusto de Brecht, seco y directo, como buen científico que no puede reparar en moscas y va directo al grano. La humanidad la pone la señora Sarti, con la que se luce la buena actriz que es Ione Irazabal. Virginia, la hija inexistente para su padre, es Macarena Sanz, que da el tono adecuado a esa mujer que ha de asumirlo todo. Ludovico Marsili, su enamorado, y hombre que se sabe elegido por Dios por su cuna, encuentra en Borja Luna un físico y una interpretación en su punto. Tamar Novas, está espléndido como Andrea Sarti, alumno aventajado del científico, un soplo de aire fresco para el fututo.

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Un momento de la representación de «Vida de Galileo», de Bertolt Brecht, versión y dirección Ernesto Caballero. Foto David Ruano

Quiero resaltar a los dos actores que interpretan a la camarilla de Galileo, que representan el hambre de saber, sin ambición de fortuna o brillo, que compone con tino Chema Andeva, y el pequeño monje, para mí una grata sorpresa la interpretación de Roberto Mori.

El peso de las canciones recae en Alberto Frías, con su peculiar voz, y las baladas Pepa Zaragoza y Paco Deníz, aparte de desdoblarse en varios papeles, un trabajo meritorio.

El reparto lo completan la joven actriz Marta Betriu, y un trío de actores, que componen catorce personajes con su talento habitual, y son ni más ni menos que Pedro G. de las Heras, Paco Ochoa y Alfonso Torregrosa, con un semi-estriptis como Papa. Un gozo verlos.

Un buen montaje en todos los sentidos, que dado que el tiempo de alguna forma da vueltas como el escenario de Vida de Galileo, en concepto e ideas está vigente.

«Vida de Galileo» de Bertolt Brecht / Versión y dirección de Ernesto Caballero / Traducción Miguel Sáenz / Intérpretes: Chema Adeva, Marta Betriu, Paco Déniz, Ramon Fontserè, Alberto Frías, Pedro G. de las Heras, Ione Irazabal, Borja Luna, Roberto Mori, Tamar Novas, Paco Ochoa, Macarena Sanz, Alfonso Torregrosa y Pepa Zaragoza / Músicos: Javier Coble, Pau Martínez y Kepa Osés.
Paco Azorín – Escenografía-. Ion Anibal -Iluminación-. Felype de Lima -Vestuario-. Hanns Eisler -Composición musical-. Javier Coble -Música y espacio sonoro-. Víctor Velasco y Juan Ollero -Ayudantes de dirección-. David Ruano -Fotos-. Isidro Ferrer -Cartel-. Paz Producciones -Video-.

Del 29 de enero a 20 de marzo de 2016 en Teatro Valle-Inclán -Madrid- Centro Dramático Nacional, de martes a sábado 20:30 horas y domingo 19:30 horas

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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