El hombre menguante de Juli Disla, con dramaturgia del propio Disla y del responsable de la dirección Jaume Pérez, es una propuesta hecha desde el cansancio de quien sabe que no se puede consentir claudicar, si quiere evitar menguar hasta desaparecer, con un componente vital que invita a no dar jamás la batalla por perdida, dado que todo siempre puede ir a peor, y si las fuerzas de uno con lo que lucha son desiguales, también lo son la de los padres que dan de comer un puré a su bebe en la sillita, y él tirano insensato, si no le gusta los escupe.
César Tormo y Juli Disla y Toni Agustí, César Tormo Foto Jordi Pla
Lo primero que vemos en escena, es a tres actores, que se proponen leer un manifiesto, para denunciar, que aunque veamos que están trabajando, no están contentos. Es tierno de entrada, que los tres hombres en un momento tan desazonador como el que pasa la sociedad en general, y el colectivo de teatral en concreto, utilicen una palabra tan tibia.
Los tres hombres muy juntitos, pegados hombro con hombro, comparecen ante el público para leer el manifiesto. El trío lo forman, Juli Disla vestido con vaqueros y camisa a cuadros, César Tormo uniformado de guardia de seguridad y Toni Agustí, directamente en calzoncillos.
Luego sabremos que Toni, tampoco está contento con estar en calzoncillos, y menos de tener que quitárselos. Aunque está dispuesto a ello, como tributo a la mayor gloria del montaje. Su razonamiento lo expresa ya desnudo boca abajo, por lo que su postura a lo poco es de muy buena voluntad, a la vez que digna, dado que ni claudica ni se calla, y con todo el componente cómico y simbólico, que tiene haberselos quitado.
Los tres actores en la ficción se reúnen, porque ensayan una versión teatral de El hombre menguante. Basada en una película de gran éxito en los 50 del siglo pasado, firmada Jack Arnold, en la que a un hombre le parece que de pronto todo le cuesta mucho trabajo, y es cierto, porque él, disminuye de tamaño por momentos y todo le viene grande.
El hombre menguante, habla de ese momento en que nos damos cuenta que nuestra imagen no se corresponde, ni con lo que somos, ni con lo que pretendíamos ser. Sentimos que el pedestal donde nos habíamos colocado solitos, nos viene grande, y lo peor es que tememos que quién nos rodea ya lo sabía.
Las travesías por esas noches de alma, son duras e imprescindibles, porque pasado el susto nos aceptamos, y acabamos encontrando nuestro lugar. César Tormo en su función de guarda de seguridad, invita al hombre menguante Toni Agustí, que aún lucha por no serlo, a formar parte de un paraíso particular que él y otros mequetrefes resueltos, han creado en un bar cutre, en que se puede bajar la persiana fumarse unos petas, y dar rienda suelta sin pudor, al mequetrefe que llevan dentro. Le avisa que finja, porque es imprescindible para ser admitido, que tenga un trabajo fijo de mierda, y que no sea un mequetrefe conflictuado.
La realidad, la ficción, la vida, el teatro, sus constantes recortes entre lo que pretendemos y lo que podemos, se mezclan en una función a tres voces. Una obra que expone con claridad, la necesidad de experimentar con la sana duda, y no aferrarnos nunca a lo que no es.
Si hay un símbolo de la aceptación de que cada uno es como es, y no hay otra que arar con los bueyes que nos tocan en suerte, es la actitud casi desafiante del bufón don Sebastián de Morra, cuando posa para Velázquez. En un, “aquí estoy yo, exactamente con el tamaño que tengo y tan bufón como soy”. En la falta de sumisión del personaje interpretado por Toni Agustí, hay algo de eso, y su interpretación está en la cuerda de esos “niños grandes” y “tozudos” que interpretó el actor Jean-Pierre Léaud, alter ego y actor fetiche, del inolvidable cineasta francés François Truffaut.
Imagino que la frescura del proyecto y la honestidad con la que marcó el director Jaume Pérez a los actores Toni Agustí, César Tormo y Juli Disla, fue el sello de fábrica, la puesta en escena es ágil, y al estar tan representada la obra, el trabajo de los actores va sobre ruedas, conservando la frescura con la que se encaran con el público, y el mensaje está intacto.
No es una función para escribir sobre ella, es una obra viva, que se debe ver representada. Los personajes son un caramelo, por los que se siente empatía desde la primera vez que aparecen juntitos los tres en escena, y la interpretación de Toni Agustí, César Tormo y Juli Disla, es un regalo.
El saldo de la función, es similar a cuando César Tormo, se despide para irse a su verdadero trabajo, y antes pregunta a Juli Disla, “por donde continuamos mañana el ensayo”, la respuesta de Disla, después de pensarlo, uno, dos, tres segundos es: “bueno, mañana vemos”.
Texto:Juli Disla / Dramaturgia: Jaume Pérez y Juli Disla / Dirección: Jaume Pérez / Intérpretes:Toni Agustí, César Tormo y Juli Disla / Ayudante de dirección: Cristina Fernández / Fotografías:Jordi Pla.
Asistí a la función del viernes 3 de junio de 2016 en el Teatro del Barrio.
Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.
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