Desnudas

Desnudas

En los trabajos de creación, si son honestos, se impregna el verdadero ser de su autor confortado por su extracto social, su color, sus fobias, sus filias y, por supuesto, su identidad sensual como hombre, mujer, e incluso de su opción sexual.

Algunos quieren ver discriminación cuando se realizan, e incluso se subvencionan, certámenes de literatura o festivales de Cine con obras firmadas sólo por mujeres, y puede serlo, pero hay que reconocer que las mujeres como colectivo ha trabajado por hacerse con un lugar en la vida que al género masculino le venía dado por sus atributos sexuales, y ellos, ignorantes de que poco a poco la sensata realidad se impone, no se han movido para adaptarse al cambio, preservar un lugar propio y, a veces, se sienten desplazados. No cabe duda que llegará el momento en que el hombre se abanique prejuicios y estereotipos, y tendrá que plantearse y plantear cuál quiere que sea su papel en la sociedad, su lugar con su pareja o con sus los hijos, si decide libremente tenerlos.

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Rosalinda Galán, da vida a la mujer que creció bajo la cama con los oídos tapados

Dicho lo anterior, Desnudas es una obra de mujeres y que veran con más agrado las mujeres, porque las tres protagonistas directa o indirectamente sufren el mal infringido por los varones, y si bien no dudo que sea cierto, al varón no le es grato ver relegada su figura a mero causante de todas las desgracias que sufre la mujer, porque no todos los hombres son iguales, lo mismo pasa con las mujeres, y las generalidades suelen tener siempre las patas cortas y ser injustas.

El drama y la frustración que arrastran las tres mujeres en esta pintura a la acuarela, es grande y ninguna causada por el género femenino, y choca que en una función de la que son responsables tres mujeres no haya referente alguno al papel que ha jugado en su vida sus congéneres. Una propuesta respetable, pero que creo es necesario aclarar para mejor comprensión del espectáculo, que espero tengan la oportunidad de ver.

Nos presentan a una primera mujer que no ha podido tener un hijo porque su amado la presionó hasta que se deshizo de él; este varón no acepta ser padre porque él no tuvo.

Una segunda mujer creció bajo la cama con los oídos tapados para no oír el maltrato que su padre procuraba a su madre, y cuando hubo de elegir compañero buscó uno exactamente igual que su padre, como curiosamente suele pasar.

Una tercera también criada sin la figura del padre, y nada nos cuentan de su madre, por un amor adolescente frustrado amortigua su desazón comiendo donuts y chocolate hasta que llega a odiar su regio cuerpo.

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Begoña Mencía, nos contagia su rabia y su desazón.

¿Cómo ha puesto en escena Alberto Velasco esta realidad?, pues realizando una función con aire de «preforman» presentando a sus tres mujeres desde el principio en el escenario. Esbozando primero su historia, que repiten a modo de mantra, y después contándola hasta el final.

Begoña Mencía da voz a la mujer que se le ha privado de ser madre, y en un principio en su mantra recita: «un experimento realizado por la universidad ha demostrado que se puede morir por amor», la actriz lo dice muy bien, porque al oírla la crees, pero sin Mencía tiene un momento brillante, es cuando describe su embarazo y su forzado aborto, hace uso de una simbología muy efectiva valiéndose sólo de trapos y una luz de mesilla de alcoba infantil que colca bajo su camisa.

Karmen Garay es la mujer que pagó con su cuerpo el desamor usando el chocolate como arma destructora, antídoto y anestésico de su profunda desazón. Es tremendo el momento en que una Garay rota y desarmada dice algo así como: «cada vez que recuerda la cara de su amor adolescente se le hace patente que está soltera», y claro, no habla de su estado civil, sino por no haber vivido y no haber sido amada, deseada, acariciada, y la misma Karmen le echa agallas cuando se encara al público de uno en uno y pide que la amen como reclamando justicia.

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Karmen Garay es la mujer que pagó con su cuerpo el desamor usando el chocolate como arma destructora

Junto a las tres actrices un músico en directo, Fede Marini, que crea momentos líricos, endulza el drama o acompaña a la voz de Rosalínda Galán.

Una singularidad: la iluminación, nunca se alumbra el escenario desde arriba, y las actrices manejan lámparas, lamparitas, e incluso una linterna para iluminar su acción o su cara directamente. Un acierto: el ruido que se produce al cerrar de golpe en repetidas ocasiones una silla de tijera cuando la actriz Rosalinda Galán escenifica su drama de amor y violencia. Otro acierto es cuando sirviéndose de prendas superpuestas consiguen actrices y director que sintamos agobio ante el incontrolado aumento de peso que va adquiriendo Karmen Garay.

Al final las tres mujeres se perdonan. La función se ha tornado en catarsis y el permitir que el alma salga por la boca les redime, y coinciden en la conclusión de que cualquier vivencia por tremenda que sea puede ser enseñanza y arco para una vida más sabía. Se lanza una moraleja y un mensaje de esperanza, y aún creyendo que sí que de todo se aprende, soy de la misma opinión de Luis Eduardo Aute, que en su canción De paso asegura que «las cicatrices no ayudan a nadar», y hay experiencias que lo mejor es no haberlas vivido.

Desnudas no es una función convencional, ni creo que el director las responsables lo haya pretendido. Tiene mucho de juego y experimentación, pero la labor de Alberto Velasco como director, como las tres actrices Rosalinda Galán, Begoña Mencía y Karmen Garay, consiguen que sus crónicas de amargo desamor te desazonen, las creas y te duela, y eso es mucho.

 

Desnudas, se puede ver en Teatro Sala TÚ . Valverde nº15-17  Madrid

Director: Alberto Velasco

Música Fede Marini

Intérpretes: Rosalinda Galán, Begoña Mencía y Karmen Garay

 

Autor

Desde que me puse delante de una cámara por primera vez a los dieciséis años, he fechado los años por películas. Simultáneamente, empecé a escribir de Cine en una revista entrañable: Cine asesor. He visto kilómetros de celuloide en casi todos los idiomas y he sido muy afortunado porque he podido tratar, trabajar y entrevistar a muchos de los que me han emocionado antes como espectador. He trabajado de actor, he escrito novelas, guiones, retratado a toda cara interesante que se me ha puesto a tiro… Hay gente que nace sabiendo y yo prefiero morir aprendiendo.

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